Las señales, himno para empezar la primavera de Ángel García López

Todo es hermoso ahora. Vive el alma
esta noche la paz. Desconocida
eras, y ya eres parte de mí. Vuelves
como si nada, nadie, separase.
Regresas. Siento cánticos contigo,
reconociéndote. Los ojos, si los abro,
cierran la flor del día, los fugaces
puntos de luz. El aire quema al aíre.
Arde una hoguera. Sombras.

No. Ninguna
comparable. Caricia irrepetida.
Laurel de las dos sienes.
Verso a verso
desentrañada aquí. Página en blanco
donde está el sacrificio del poeta.

La tierra es una parte diminuta
del corazón
Quisiera bendecirte
hoy que el odio se cambia. Es alegría
de mil colores.

Hablo, sin embargo.
Escribo, sin querer, lo que el silencio
comunicara.
Ven.
Hay que decirnos,
para entendernos, algo.
Ven. Yo soy.
Recuérdame. Yo soy. Tiempo de magia.
Soles ardientes. Júbilo sonoro.
Voces profundas. Voces.

No es posible
sea el eco, no es posible. La montaña
desplazóse del sitio -¡Oh fe que mueve
la roca contra el pájaro del cielo!-,
halló lugares vírgenes. Lugares
sin tu amor.

-Verdad que ha de salvarme
No otra casa que ella. No agua turbia.
La verdad. Los arroyos-.
Siento cánticos
de ángeles que cruzan con la espiga
más pura sobre el halda.

Oh si, la tierra
es una parte del corazón que ahoga
y nos sepulta. Apenas nace el día
cuando, después, ha muerto. ¿Dónde huellas,
el rayo de la luz?
Sombras atroces
vienen. Oigamos, limpios, el milagro
del nacimiento. Oigamos. Escuchemos
este batir de alas.

Sálvame. Puedes
salvarme.
Sálvame. Salva, hermosea
la fragancia perdida, alumbramiento
de la verdad.
Tenemos que salvarnos
llegando a ti. Sonando las trompetas.
Los muros derribados. El concierto
de las palmas azules. Aguas claras.

Quisiera bendecirte. Proyectarme
al regazo materno. A la inocencia
de la creación. Subirme a los torrentes.
Al árbol de la sed. Romper cadenas
enemigas. Ser tuyo.

Ser ya tuyo
como un himno en la sangre. Como un río
que desemboca, y nace, en pleno mar.