Vejez, llévate todo: cutis terso
donde viajaron manos persuasivas,
ojos radiantes, lámparas votivas
que iluminaron noches de universo.
Llévate aquel andar que como en verso
mis firmes piernas eran decisivas.
Yo buscaba las cosas sustantivas
quizá muy lejos de un afán perverso.
Llévate de la avispa mi cintura,
dimensión increíble, lozanía,
llévate de mis senos la blancura
y el negro de mi pelo en armonía.
Llévate mi lejana arquitectura.
Pero déjame entera mi alegría.