Por encargo de Ludovico ‘el moro’
deletreé durante tres años la Ultima Cena.
No cometí ningún error,
fue mi voluntad que Cristo y sus apóstoles
se fueran desintegrando con el tiempo.
Cuando la cena sea nuevamente servida
otro Ludovico me encargará rehacerla
hasta que el vino vuelva a escasear.
Confío en la eterna sed del hombre.