Llevan una rosa en el pecho los enamorados y suelen besarse de Pere Gimferrer

Llevan una rosa en el pecho los enamorados y suelen besarse
entre un rumor de girasoles y hélices.

Hay pétalos de rosa abandonados por el viento en los pasillos
de las clínicas.

Los escolares hunden sus plumillas entre uña y carne y oprimen
suavemente hasta que la sangre empieza a brotar.
Algunos aparecen muertos bajo los últimos pupitres.

Estaré enamorado hasta la muerte y temblarán mis manos al
coger tus manos y temblará mi voz cuando te acerques
y te miraré a los ojos como si llorara.

Los camareros conocen a estos clientes que piden una ficha
en la madrugada y hacen llamadas inútiles, cuelgan
luego, piden una ginebra, procuran sonreír, están pensando
en su vida. A estas horas la noche es un pájaro azul.

Empieza a hacer frío y las muchachas rubias se miran temblando
en los escaparates. Un chorrear de estrellas silencioso se
extingue.

Luces en un cristal espejeante copian el esplendor lóbrego de
la primavera, sus sombrías llamaradas azules, sus flores de
azufre y de cal viva, el grito de los ánades llamando desde
el país de los muertos.