Nosotros, los del viento,
los que llevamos versos incrustados
al centro del timón de nuestra sangre.
Nosotros, los portadores de enredaderas turbias
nacida en lo incierto de la raza.
Sí, los que llevamos el destino broquelado
más allá del color de nuestro sexo,
más allá de las voces de la herencia,
más allá del dolor de nuestro grito.
Sí, iremos cantando, cantando,
como si germinaran las palabras
y no fuera prestado nuestro aliento;
como si en verdad la luz nos recubriera
y no tocara la muerte a nuestra puerta.
Desde el corazón al alma
nos vemos royendo nuestras propias ansias,
nosotros, los seres de la tarde aniquilada,
los del perdido otoño, los del viento,
los que llevamos nuestra vida
más atada a los cielos que a la tierra
y que vamos cantando, desde siempre, cantando.