De «Ejercicios»

Desordenado espejo

Sobre el cristal anuda la manzana
el ímpetu apagado de su goce;
acrece su medida si dilata
el color jubiloso mientras pone
su fina redondez en la balanza.
Debajo de su forma reconoce
la piel de la serpiente y el olvido,
donde enraiza la noche su gemido.

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De «Los cuadernos de Marsias»

A plena luz…

A plena luz. A hurto y sombra
ensayo a escribir tu nombre.
No acierto con las letras.
Vacilo en el aroma. Me iluminas,
su rosa trascendiendo.
¿Cuántas auroras morirán
antes, amor, de que termine,
ya ciego y loco, de escribir tu amante
amor o amor, acaso, amor,
a cambio de tu nombre, amor,
que olvido sin saber si lo recuerdo?

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De «Requiem del obsceno»

Aquí…

Aquí,
el solio del obsceno.
«Rebeldes ángeles caídos,
de todo corazón abominad
la música porque ella desconoce
el cinismo del tiempo.
Sus continuos abismos sepulcrales,
las calaveras impetuosas
que labran incesantemente
su imperfección.»
Estas son las palabras del obsceno.

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De «Palabra en tierra»

Futuro

Tener un nombre, lo primero.
La mujer. El fusil de dulce carga.
Estrellas caudalosas.
Después, lo que se adquiere con el aire;
el agua con la sed, la geometría, el hambre.
Antes, haber cavado en la ceniza
la madriguera de la brasa,
tatuado en rostros inconclusos
el infortunio, la miseria:
traición del pan de cada día.

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Oscuro canto

Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.

Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.

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Propiciatoria

Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la criatura.

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Señor, estamos solos

Señor, estamos solos,
Yo, frente a Ti:
Diálogo imposible
Grave es tu presencia
Para mi solitario amor.
Escucho tu llamada
Y no sé responderte.
Vive sin eco y sin destino
El amor que sembraste:
Sepultada semilla
Que no encuentra el camino
Hacia la luz del día.

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Un día

Este cielo nublado
de tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.

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Duele menos estar solo

Creo
que duele menos
estar solo
con tu recuerdo,
bajo este cielo
duro,
bajo este viento
espeso,
bajo miradas
agudas
que preguntan:
«¿Por qué sufren
tus manos
en las tardes’?
«¿Por qué no vienes,
sin la hoguera
de su pecho
lejano,
y te diviertes
con nosotras?»

Poder
asirse el alma
sería eso.

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Intención apagada

Llego y toco una mano
y la mano que toco
tiene dudas.
Vengo y veo unos ojos
y los ojos que veo
tienen llanto.
Pregunto por nadie
y me responde la ceniza
con su enlutado lenguaje.
Y cuando quiero volver
corriendo locamente
hacia los ojos azules
que me llaman,
el alma se me enreda
en las torres de la muerte,
donde sombras amigas
abren sus manos
hacia el tiempo.

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Ofensiva del recuerdo

A Carmela

Amor, entonces el otoño
estaba en la punta de mis dedos.
Y fueron los climas de tu mano
recogiendo las hojas
hasta reconstruir el árbol
de mi vida.
Eras entonces un río azul, amor,
desembocando en mis semillas;
una mirada limpia
sobre la piel
que me contiene
y un puñado de besos
llevándome al calor
que aún necesitaba.

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Décimas

Manso remanso del río.
Estrella en el cocotero.
Tanta paz cabe en enero
para tanto dolor mío.
Tanto color. Tanto frío.
Cocotero con su estrella.
Camino con tanta huella.
El río con su remanso.
La hamaca con su descanso.

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Hola

Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.

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Quinto

Nada de ésto es así.
Esta no es nuestra tierra.
Ni ésta ni cualquier otra ni el agua.
Yo soy un desterrado.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Nunca podré aprender a tocar las monedas:
Se palpan
se acarician,
se toman fieramente,
¿o se les busca algo?

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Retrato de pie

Base de tu figura es tu pie breve
y porque en él se inicia tu estatura
lo encuentro de principio en tu figura,
como el agua es principio de la nieve.

Se me interna en alma su blancura
su peso musical de alondra leve:
en tu huella permíteme que lleve
el cimiento inicial de tu estructura.

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Séptimo

Tus nobles manos buenas.
Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno.
Qué dos brasas serenas.
En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.
El cielo limpio en ellas.
Pósalas, compañera, como dos alas médicas
sobre el turbio hemisferio
de mi cabeza.

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Toda tú

Toda tú eres santuario,
toda blanca;
se ha llenado tu cuerpo de designios.
Tienes la santidad de la esperanza
y la paz
generosa
de los lirios.
Toda tú eres milagro,
das tu lecho
de altas arenas
al naciente río;
enciendes en tu sangre
el claro fuego
y con tu carne pueblas el vacío.

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Barro pleno

Encinta de sol,
colmada de tu barro limpio y firme
vas trasmutando mi cuerpo
en viva flor que destila rocío tras tu ruta.

Vegetal,
el temblor de mis dedos
trenza cuencas azules
y transitan por tus ojos
leves hiervas de fiebre
y fértiles vagidos que me anuncian.

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Dulcenombre

No supe que mi padre
tenía hojas en las manos,
hasta que verde vi
la plenitud lunar
de sus dedos
que troncharon, cotidianos,
la estrella -pan que nos alumbra
la boca y la garganta.

No supe de sus yemas jardineras,
hasta que florecí como llama angustiada,
anunciación, agua o frío,
como maíz o como miel tan sólo.

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Marzo, fuego de vigilia

(A los mártires de 1962)

Marzo, tilitante responso
viejo y ensombrecido clavel.
¡Qué multitud de ojos desgarrados
reflejan aún tus amapolas!
¡Qué avalancha de voces
hace rugir la delgadez callada de tus ríos!
¡Cuántas sombras errantes hieren
tu adorada canícula de siglos!

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Orilla redentora

¿Dónde
si no en el beso,
encontraremos la orilla redentora?

Leve espada
anida y combate
compartiendo la savia
que deviene en torrente.

Uva frugal.
Ayuno de antiguas plenitudes.
Agua y jugos
humanamente turbios
coronan
sin laureles
la puerta vital del paraíso.

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Otra vez el amor (4)

Si intentaras abarcar
con la mirada
toda la tempestad
que nubla mis sentidos,
tú -pequeño dios errante-
dudarías entre el llanto
y la rabia
de tus ojos vencidos.

Y acaso,
náufrago indeciso,
querrías compartir mi tempestad,
en este universo donde el calor
y la furia de mis besos,
te dejaran -apenas-,
sensación,
olor,
quietud de olvido…

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Otros poemas (6)

No puedo saber
si tu muerte
hirió la arena y el musgo
del pasado.
Ávido,
te cubriste de tiempo
con una espada
de odios y silencios.

Cardo tu corazón,
hiel tus ojos,
filo enhiesto y amargo
las manos
que apretaron la sal,
de tus playas
y el surco
de tus lágrimas tardías.

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