Di mejor un ascenso, como de peregrino,
ladera arriba, monte que no es monte
porque comulga del azul del cielo
y no siente ya el pedregal
que confirma sus pasos, terco ascenso en volandas
sobre la quemazón de brezo y turba,
y allí en la cima el templo, guía y razón del viaje,
sin capilla evidente ni suelo bendecido,
umbral de piedra y musgo gris
donde anidan el viento y la rapaz
y el pie ensaya una última pisada
antes de hollar el aire, sin rasguño ni esfuerzo,
o eso parece,
como si no atendiera,
ebrio en mitad de la nada.