No quiero no, no quiero serranías,
ni la ola marina y su jactancia,
ni el fondo verde y oro de una estancia…
Quiero pasar, verano, aquí mis días.
Cerca de aquí y de tus niñerías
y de tu lealtad y tu constancia,
adherido a tu piel a su fragancia…
Que te enojes, que hables, que te rías.
Abandonada, así, sobre la grama
mientras yo te contemplo, distraído,
con la profunda distracción del que ama.
Revuelta de cabello y de vestido,
retorcer el marfil como una rama:
tu cuerpo descubierto y escondido.