MAGDALENA de Carolina Coronado

I

Pálida está Magdalena,
grande pena sufrirá,
los ojos hundidos tiene
reventando por llorar.
El talle encorvado al suelo
cual en mustia ancianidad
parece que por la tierra
busca su atento mirar
las hormigas que en el huerto
a sus pies vienen y van.
A la guerra fue su amante,
muchos mueren por allá,
y Magdalena se aqueja
por la vida del galán
que, pues letras no se escriban
ni se puedan enlazar,
las hembras que bien quisieron
no olvidan su amor jamás.
Luego escribe Magdalena
rasgos que al ausente van:
dos palabras lleva el pliego
«¡Di por Dios si vivo estás!»

II

Pálida está Magdalena,
grande pena sufrirá,
su descanso es la vigilia,
sus alegrías llorar.
No sabe del caballero
que entre batallas está;
nuevas que aguarda, no vienen.
Horas que vienen, se van;
y de temores se abrasa
y se consume de afán
que, pues no tenga esperanza
su amor de felicidad,
las hembras que bien quisieron
no olvidan su amor jamás.
Vinieron, al fin, en Martes
papeles de por allá,
como era Martes no pudo
desdoblarlos sin temblar.
Tal responde el caballero
a la doncella; escuchad.
«Ese billete os devuelvo
que vino a mí por azar;
sabed que sois atrevida,
que necia sois por demás:
y que las vuestras memorias
honra ninguna me dan».
La noble doncella herida
por tan bárbaro desmán
siente frío de agonía
en sus venas circular:
ya le zumban los oídos,
ya no ve la claridad.
«¡Bien sabéis, el caballero,
a quien habéis de injuriar,
no a varón forzudo y bravo,
a endeble y mansa beldad!
Pocas hazañas la patria
debe, señor, aguardar
de quien villano responde
de esta suerte a mi piedad.
Débiles tengo los brazos
y no puedo levantar
ni con ambos el acero
que responda a injuria tal;
Mas, no juzguéis que por ello
quedaréis sin castigar
pues, vale el desprecio mío
más que estocada mortal».
Dijo, levantóse erguida
colgó el papel del galán
en un espino del huerto
y con sonrisa falaz
añadió, «que sirva al menos
su nombre para espantar
a los pájaros que pican
las flores de este zarzal».