I
Sombra muerta
el corazón del mar
entre giros de viento
hundiéndose al primer asomo. Muerta
la sombra.
II
Vacías barcazas, como si llevaran muertos,
se deslíen
borrosas. Las recuerdo
en las (transparentes) manos
que (aún) se buscan.
III
Brillo sobre ruinas
ignora el ojo
en el paisaje de blancas piedras.
Cosechamos
muerte
ante altares vacíos. Lamentamos después
la derramada ausencia, los pasos callados en la niebla o bosque
que vinimos a ser.
IV
Redondo el viento alza
algunas hojas, acicala
el pájaro su canto
en la (desgajada) rama, abandona la prisa
del álamo.
V
El nombre inventa la forma
y aún así no hay nada fijo. Transcurre
serena en su saber
el agua, arrastrada por sílabas dispersas:
música su silencio, desprendido.
VI
Contra el cielo las nubes se desangran.
VII
Y el pájaro
acicala su canto (ebrio)
en la desgajada rama,
la prisa lo abandona, entrega entero
el reflejo del olmo. Ya en la fuente
pregunta
si en el vuelo del canto
se alza
hacia un cielo mayor.
VIII
Cortado a la luz de la vela el diamante,
luz plana en el río,
desnudos nos deja.
Una es la huella,
húmeda semilla, te toco,
revientas en mí,
oh única indivisible mancha
que me impregnas.
IX
Caen (heridas) las hojas, su rojo
brillo
es la palabra
que mira la (naciente) cresta. Y más
que mirar
es el señalamiento (o dedo)
de Dios.