Ya no quiero dormir,
no deseo buscar entre los rescoldos de la noche
la máscara del día siguiente
ni darle tranquilidad a mi espíritu;
para mí la paz es ajena,
no la conozco, nunca la he visto
y no pretendo encontrarla cerrando mis párpados.
¿Qué de bueno puede tener
eso de permanecer inerme por algunas horas
mientras el silencio agrieta mi rostro,
aturde mis ganas y se lleva las fuerzas?
Mejor los ojos abiertos,
fingir la muerte sin descanso alguno
con los sueños tatuados en el tirol
y el remolino de las sombras
haciéndome gestos.
Mejor el respiro de quienes duermen,
de quienes asumen su muerte desde ahora
y se conforman con ser murmullo en la historia.
Yo prefiero no dormir.
¿Qué de bueno puede tener
eso de buscar tranquilidad
detrás de una máscara?