Me sepultaron a los veintiocho,
durante junio,
inesperadamente cavaron el pozo
y arrojaron sobre mí la tarde.
Ni siquiera el grito,
sólo el canto de la cigarra
en plena liturgia.
Desde entonces,
solitaria en el jardín
y repleta de furia,
germina mi ausencia
en los árboles
que tanto cuida mi madre.