Has cambiado de apariencia tantas veces
que sólo te reconozco entre las sombras,
cuando regresan del norte las lechuzas
y el sapo extiende sus redes bajo el agua.
Hace treinta años tu perfil deslumbrante
se insinuó en la corteza del sauce
y en la llama desprendida de la acacia,
me consolaba tu recuerdo, la esperanza de tus besos.
Ahora padezco la piel de tus metamorfosis.
Verde o negro, tu rostro sin reflejos
anuncia los meses helados de melancolía,
la neblina que no aclara, el fulgor que no estremece.
Sólo entre sombras te conozco. Apariencia
temible, luz necesaria, esplendor de los días.