A Olga Orozco
Los salmos del amor se yerguen de la tierra,
sus torrentes a veces las almas aniquilan.
Nosotros los cantamos dispuestos a perdernos
porque perderse es esto:
sumirnos en la vida,
hundirnos en sus aguas sin miedo a enloquecer,
desventurados, ávidos, sobre lo temporal,
persiguiendo incansables un fulgor de lo eterno.