Cantar de amor (3)

A Olga Orozco

Los salmos del amor se yerguen de la tierra,
sus torrentes a veces las almas aniquilan.

Nosotros los cantamos dispuestos a perdernos
porque perderse es esto:
sumirnos en la vida,
hundirnos en sus aguas sin miedo a enloquecer,
desventurados, ávidos, sobre lo temporal,
persiguiendo incansables un fulgor de lo eterno.

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Cantar de amor (7)

A Olga Orozco

Los salmos del amor se yerguen de la tierra,
sus torrentes a veces las almas aniquilan.

Nosotros los cantamos dispuestos a perdernos
porque perderse es esto:
sumirnos en la vida,
hundirnos en sus aguas sin miedo a enloquecer,
desventurados, ávidos, sobre lo temporal,
persiguiendo incansables un fulgor de lo eterno.

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Escucha que es la niebla

Escucha, escucha ahora que es la niebla;
su ademán invencible, su desdén por las cosas.
Escucha como rompe el corazón caído,
llegando en telarañas a los ojos.

Como árbol enterrado al pie de grandes ríos
deja rostros, otoños,
corolas donde duerme una lanza inmortal
y nos desgasta ahora
el modo de mirar,
la débil ilusión de seguir alentando encima de la muerte.

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