Miguel Hernández de Esteban Charpentier

‘Que tus harapos de oro y sangre vuelen’

Yo quiero ser el que llorando llamo,
al toro herido que enterraron vivo
siempre en la ronda Dios va de tu mano,
siempre estarás de vida en un olivo.

Armado con amor hasta los huesos,
tus gestos torrenciales inclementes
te yerguen minuciosos como besos,
a golpes y cornadas más calientes.

Orihuela contempla silenciosa,
las cárceles que hicieron en el cielo.
La luz en libertad por tu vergel.

Sonrisa huracanada y bulliciosa,
arrastra a los almendros en su vuelo,
Te lloran las luciérnagas Miguel.