Mis ojos van por estos árboles,
pájaros tristes del otoño,
desalentados, con memoria
de los verdores más remotos.
Dudan, avanzan, se confunden
entre los círculos de oro;
llegan ahora hasta las últimas
galerías del cielo absorto
para caer precipitados
en el camino frío y hondo;
llevan las alas malheridas
por un antiguo, oscuro plomo.
¿Dónde estarán aquellas sedas
de ayer, aquel aire sonoro?
¿La vecindad de aquellos nidos,
su humilde y delicado trono?
Sé que vendrán miradas, aves,
cuando yo sea sombra sólo
y buscarán entre las ramas
la antigua herida de mis ojos.
¿Hacia qué amor irá la noche?
¿qué luz tendrá la tarde? ¿cómo
caerán entonces en mis techos
las hojas muertas del otoño?