Pudiera parecer, y aquí confluyen,
coetáneos de la misma convulsión
la cantiga y la Praça da República,
la mar y el puerto,
desacoplados como están
en su estridencia íntima.
Antes de que aterrice el avión sobre la ría
habremos incendiado la ciudad
y en terremoto el pulso del atlántico
habrá deshecho sus calzadas.
Antes que se decida el calceteiro
y desafine el muecín
en el violín del shopping,
se habrá oxidado el velador con su epopeya
camino de las Indias,
más de mil veces.
Antes que escampe
y el sol nos desordene las victorias,
y el gato emigre,
y encaje en una ruta, de perfil,
tu carabela.