Al cabo de los años
seres milagrosos e inexplicables
se te han hospedado en la memoria,
más allá de las apariencias,
más allá de las convenciones sociales.
Ellos son, a menudo,
el fondo mismo de «los inconvenientes»,
los álamos que han dejado
su pompa y su circunstancia al margen
y te inyectan el deseo
de inmortalizar los viejos héroes
del día.
Lo cual no obsta
para estar dispuesto a mascar las raíces
de unas páginas admirables,
tan ajenas y a la vez tan próximas:
partículas elementales de la mañana estéril.
Te refieres
a la pescadilla que se muerde la cola,
todavía,
al cabo de los años.