¿Cómo quieres que deje mi vida entre tus manos
y mi jardín de sueños y mi luna y mi rosa?
¿Cómo quieres ponerle orillas a este río
que corre libre y ancho desde que yo naciera?
Me brindas una dulce esclavitud antigua,
dentro de tu palacio con su escudo y su torre,
y lo que necesito es un campo de trigo
por sonde se revuelque mi verso desbocado.
Quieres que esté pendiente de tu traje de novia,
de tu escote redondo y tus manos sin sangre,
de las rancias visitas que vienen a tu casa
y de la barahúnda de tus antepasados.
Y yo estoy con mi nardo, con mi copla y mi vino,
con la muchacha alegre que vende las naranjas,
con el niño pequeño que pide la limosna,
y con el árbol que da sombra a los pájaros libres.
Estaría una semana besándote la mano,
elogiando marfiles y mirando vitrinas,
y de pronto, una noche, llegaría mi viento
a romper miniaturas y abanicos de encaje.
Mi verso es como un toro colorado y terrible
que no aguanta ni el hierro de la ganadería,
y que lo mismo baja a beber al arroyo,
que anda leguas y leguas hasta encontrar los mares.
Yo vivo en una choza de cartón y de nubes,
con un pino y un monte y un aljibe de sueños.
Cuando quiero un castillo, me vuelvo medio loco
y arquitecto de luna, lo construyo en el aire.