¡No, música tenaz, me hables del cielo!,
donde es obligación cavar la tierra.
No creo que exista tal consuelo
donde sólo es vivir perenne guerra.
Pues quien del horror ya corrió el velo
sabe que sólo horror el mundo encierra.
Inútil es tu canto, ardor y celo:
oigo la última puerta que se cierra.
Y es tanto el estupor de ese chasquido
que la voz más audaz ya se resiente
a su ruido seco, su mortal estruendo,
y hasta el más musical de los sonidos
ante tal algarabía de batientes
su rumor también va enmudeciendo.