Ésta es la medianoche del año y la del día,
Santa Lucía, día que apenas siete horas se descubre,
se extingue el sol y ahora sus redomas
envían luces débiles, mas no incesantes rayos;
ya la savia del mundo fue absorbida:
el bálsamo universal hidrópica la tierra ha bebido hasta el término,
donde, como a los pies del lecho, la vida está encogida,
difunta y enterrada; mas todas estas cosas parecen sonreír
comparadas conmigo, pues yo soy su epitafio.
Estudiadme por tanto los que seréis amantes
en el próximo mundo, la primavera próxima,
porque yo soy todas las cosas muertas
y en mí amor urdió una nueva alquimia.
Pues su arte expresó
la quintaesencia misma de la nada;
de enjutas privaciones y vacuidad inane
me redujo a ruinas, y heme aquí reengendrado
de ausencia, sombra, muerte, cosas que nada son.
Los otros, todos, de todo extraen todo lo bueno,
vida, alma, forma, espíritu, y así a su ser acceden;
yo, que en el alambique del amor fui formado, la tumba soy
de todo lo que es nada. Muchas veces han sido
inundación nuestros dos llantos e inundamos así
toda la tierra, muchas veces llegamos
a ser dos caos cuando al mundo exterior
nos acercábamos, muchas veces los éxtasis
arrebataron nuestras almas, reduciendo a cadáveres los cuerpos.
Mas yo soy por su muerte (tal palabra la injuria)
el elixir de la primera nada.
Fuera yo un hombre y, si lo fuera,
sin duda lo sabría; sin duda prefiriera,
de ser alguna bestia,
ciertos fines y medios; pues incluso las plantas y las piedras odian
y aman; todas las cosas, todo de algunas propiedades se reviste;
si una nada ordinaria sólo fuera,
como lo es una sombra, un cuerpo y una luz tendría al menos.
Mas nada de eso soy ni volverá mi sol a levantarse.
Amantes, para quienes el sol menor ahora
gira hacia Capricornio
en busca del deseo con que habrá de encenderos,
gozad de todo vuestro estío;
ella disfruta de su larga noche
dejadme ir hacia ella y dejadme que llame
su vigilia y su víspera a esta hora
que es del día y del año medianoche profunda.
Versión de José Ángel Valente