Cuando un penitente embiste contra sí mismo
es para librarse no precisamente de una tentación externa,
sino del infierno que hay en sí mismo.
El hombre y el fruto de lo que crea en su mente.
En la realidad, el mundo es bien simple.
La exploración del deseo es lo que da ocasión a esos monstruos tan hábiles.
Y nuestra idea de catástrofe adora el eje dislocado,
de un día para otro, en un telenoticiero cualquiera.
Víctimas aquí o allá, pero siempre víctimas.
Las víctimas no son reales. Sólo el telenoticiero es real.