Morir de pie descalzo tirado sobre la hierba no
doblegada
por el huracán más iracundo.
Descansar horizontalmente
erguido.
En fin, correr dormido en línea entre tus sábanas
albas
en las noches más frías del invierno.
Arrancarte los cabellos de raíz y quemarlos en una
hoguera
de rosas rojas perfumadas malolientes.
Ofrendártelo todo.
Imprimir velocidad metafísica a los sentidos para
odiarte
y amarte siempre, como nadie, más allá, más allá
aún
del vaho untuoso de la habitud.
Más lejos todavía de mis mayores fuerzas infrahumanas
y sobrehumanas.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: vísceras, células, corazón, pulmones,
estómago, cerebro,
huesos
mis miedos
mis utopías
mi cesta de reciclaje.
Por el azul del arcoiris ascender a lo más alto
vestido de nácar y descender
oblícuo, aceleradamente, para ofrendártelo todo.
Llorar con desconsuelo de alegría.
Reir sin mover un
músculo.
Vivir de pie arrodillado blasfemando y orando,
glorificando y maldiciendo.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: serenidad, ira, complacencia, odio,
amor, pecado, paz,
desconsuelo
tus miedos
tus utopías
tu cesta de reciclaje.
En los túneles arcanos de tu alma, gritarte enmudecido
hasta que la paloma
blanca emprenda el vuelo más abyecto.
Delirar con
cordura ejemplar
y devorarte los ojos en la noche más triste de amor
abatido y despiadado.
Ofrendártelo todo.
Todo es todo: imaginación, pesadilla, paradoja,
pensamiento, ilusión,
demencia
nuestros miedos
nuestras utopías
nuestra cesta de reciclaje.