A Miguel

Te habías quedado todo el día
allí, de pie, mirando las montañas,
y era, dijiste, alimento
para los ojos, corazón
quebrantado. Yo pasaba, parece,
en el atardecer,
andando en bicicleta por un sendero.
Lo cuentas y quedo contemplándolo
con esperanza, una buena esperanza
nodriza de la vejez.

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Verde

Verde. Las hojas de geranio
en la luz gris de la tormenta
tiemblan, tensión
de nervadura verde oscuro.
Te mirabas las manos,
nervadura de venas; si los dedos
fueran deliciosos, decías.
Al caminar
apoyaba mi sien contra la tuya
y en la noche escuchaba
el ruiseñor y el graznido
del pavo.

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El mundo ya no habla

El mundo ya no habla. Como pueblos
de abandonadas minas, la memoria; como chabolas
próximas a cercas. Forman red
los olivos y circula
el tractor entre ellos. Hace falta
dulzura para ser. ¿Se desatan
los nudos? Todo es ahora plano,
tiene blandos los ojos y manchas
en la piel.

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lo espera tras la puerta

lo espera tras la puerta, el pelo
corto, a oscuras, brazos
del cuerpo separados, aguarda
su llegada tras el cristal y corre
hacia la puerta cuando lo ve venir,
quieta espera a que la abra, casi
le asusta, era broma, dice,
hace un tiempo que no evita esos gestos,
se desliza como huyen las letras, mira
con allanada expresión pero percibe
cómo se escapa, querría
poder hundir el rostro en él

¿somos formas cerradas o vivimos
sueltos e intentan
los ojos sujetarse?

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