Vamos a repetir la misma escena.
Tú y yo. Nos aprendimos los papeles.
Miles y miles antes lo dijeron.
Pero la vieja historia nunca muere.
Nos vimos… ¿Qué mas da? Viejo escenario
donde el telón de fondo se sucede
en tanto que el guión en rotas páginas
reproduce sus frases indelebles.
Hombre y mujer. Nos hemos acercado.
Entre nosotros ahora el tiempo emerge
de su fondo lejano, nos inviste
los símbolos remotos de la especie.
He pronunciado una palabra, casi
una clave ancestral, y se estremece
la voz como una herida. Como un rito
aguardo la palabra que contestes.
Y has dicho ‘amor’ igual que si dijeras
‘eternidad’ o ‘vida’ o ‘tierra’ o ‘muerte’.
A tu voz de conjuro se deshacen
los años y la sangre retrocede.
Se han adherido nuestros labios: sube
a la boca un sabor hondo y caliente.
Se han estrechado nuestros cuerpos: llega
un oleaje que en la tierra crece.
En esta antigua escena que hoy nos toca
representar, sentimos la vertiente
humana despeñarse, combatirnos
por las venas, latir en nuestras sienes.
Pobres actores, débiles actores,
de una vieja comedia sólo intérpretes,
nos llega su verdad como si fuésemos
los primeros, los últimos vivientes,
nos arrebata su pasión lo mismo
que si no hubiera sido siempre, siempre…