Mientras la condición humana nos inquiete,
mientras capacitados para la conmoción y el trance,
este avance difuso, esta maraña de barrio ignorado
donde ahora vivimos sin hallarnos siquiera
mitad de lo que fuimos en aquel paraíso.
Mientras acuciados y convulsos, y aún doliendo la tarde,
ese sol que se hunde en la dulce pestaña,
y en la pierna crecida por la fresca vereda,
y en los valles perdidos, y en las calles desiertas,
y este mundo presente nos ponga en cada parte
la suma que obtuvimos con el amor y el lastre.
Lo demás es palabra
Palabra que palpita
en esa cumbre
en aquella brizna
en la vana música del gorrión
y en la techumbre donde posa
palabra que me llama y me asiste
en el renglón de este trazo pasajero
No importa cuan lejos esté el mar
porque está aquí la palabra mar y su sirena
Tu nombre me atrapa con su malla
sortilegio sonoroso
que me asalta desde las vírgenes fauces
de algún numen oculto
en la inocencia de esta fronda
esta galaxia fresca
presta a la caricia de mi mano
(¿Y si de pronto
brota el dios de esta guija
de esta fuente?)
Nada quita
el silencio de un recuerdo
el silencio aún mayor y seco del papel
donde leo estos racimos
amasijo de pétalos
anunciando la inminente palabra-rubí
palabra-joya: Cerezo
Me queda el jardín de Kenrokuen
me queda la luz y la palabra
Porque la distancia no existe
(y si existe no significa nada)
estoy ahora en tu alcoba
mónada en la espesura de Asakusa
Tokio abandonada al farol y la tiniebla
No voy a decirte cómo
pero debemos creer en los dragones
y si no es el dios saurio
lo que se traga tantos kilómetros
es porque el animal está en mí
dicho (y hecho) por las fauces de fuego
y la ausencia de alas (en el tronco)
y sin embargo se mueve
sí
porque estoy ahí
aquí
contigo
y se me parte el cardiograma
y me concedes (antediluviana) tu mano
tu arte de bordar el cielo y la delicia
con la seda transparente de tus dedos
mariposas
y tus labios floreciendo en las maneras
de tu cuerpo
gozan de mí y en mí
hasta brotar los destellos del clímax
Sé que tú también vives este júbilo extraño
tú y tu piel
sabia en advertir el grano de arroz
bajo el muelle océano de plumas
Regalar abundantemente
y no decir ni pío…
Aquél era,
en verdad,
el que muy bien podría llamarse
árbol de la ciencia.
In memoriam Bertha S. Zacatecas
…quare mors inmatura vagatur?
Lucrecio, De rerum natura
empiezo por tu historia de los últimos días
el rictus como de alas en la ciega levadura o el deseo
en la espalda el velamen con su rumbo a los cielos
y ahí sí desatar las partículas o cardúmenes del tiempo
levar de un cuerpo cada vez más tierra y agua
aspersión del músculo en aves como átomos e incierto plumaje
cresta secreta en el lomo-luz de la galaxia
elemento y sólido tal vez pero de otro modo que materia
ya brotan las cifras o cenizas por tu cuerpo
son otros ojos otros oros aunque artífices grises del no-ser
otros cauces otras fauces también otros trances
en pos de las palabras que te hicieron y también desmenuzaron
tu luz en aquel instante fue abandonar la luz
pero no sólo porque ya sabías que el infierno son los rostros
el mirar a tu otro con esa visión herida
cuando buscabas hasta en mis ojos otros otros más transparentes
también porque aprendiste muy rápido tu muerte
algo vasto y éter algo con demasiado abismo por delante
algo como cáliz de un néctar que ya sabías
puro aire abandonado por la luz o sea la dura sombra del ser
puerto ya para la nave hiriente de las horas
te viertes en granos por la única tierra a todos prometida
ya no el pulso sino el eco de los pulsos idos
cuando germina en ti otra carne que vive para matar su carne
vueltas que da la muerte sí para ser tu muerte
respirar por fin el fin (un murmullo como si trizas del cielo)
y ya no es tierra o mar lo que guarda tu horizonte
ni es tampoco horizonte lo que ahora te ofrenda el horizonte
cuando un falso fruto te viene minando el seno
rizoma como de cuerpo creciendo traidor dentro del cuerpo
tu última metáfora tal vez sea el árbol
y anida bultos de cáncer y entrega tus pulmones al platino
el tiempo acaba con las falsedades del tiempo
en la villa láctea de tu rostro desfallecen ya sendos iris
ahí es cuando fulges con una extraña mirada
como si un humo diamantino invadiera tus ojos desde dentro
si esa otra máscara (de falsa luz) fue tu muerte
tu vida fue volar contra el vidrio que nos separa de la vida
como sea depositas tu cuerpo en mis manos
tu piel donde el frío clava las heladas moléculas del tiempo
(algo abate las flores y los frutos
algo detiene nuestros corazones
algo los pone en mala sal y pudre
algo nos rasga hasta sangrar ceniza
y cuando nos enteramos ya es tarde
algo nos deja primero andar y andar
algo nos da hilos contra el laberinto
algo como luz que inflama la sangre
algo como olas enfermas de ilusión
y cuando dice su verdad ya es tarde
algo late sólo para minarnos
algo crece hasta otear mil espejismos
algo cual rayo y humo sin embargo
algo que inflama y al instante ahoga
y cuando raja el aliento ya es tarde
algo que se dice alma y es gusano
algo en ala de orgasmo asfixiándonos
algo rosa y cielo pero en ponzoña
algo como beso pero sin labios
y cuando nos da la palabra ya es tarde
algo que aduerme el seso y nubla el ojo
algo que parece vuelo y es sierpe
algo que derrite lava en las córneas
algo que sí está más allá de Hypnos
y cuando vemos su rostro ya es tarde)
se te agota el yo pero qué si alcanzas bien el ya
reino de un solo punto piedra (al fin) de tu nuevo fundamento
y veo que lo ves con reojo muy terso y diestro
libertad del ojo que suelta la escama indebida e intrínseca
te tientas fuera del martirio de la densidad
ya no serás la hoja madura sumida en un otoño imprevisto
tampoco el miedo rancio de animal expiatorio
y sí ciertos acentos de un frenesí un tanto quedo todavía
una aurora sin remedio por siempre casi luz
oro inconcluso de la vastedad suprime (con todo) los restos
de las tinieblas ya idas y otras alas caídas
sin desvanecer más ante ti la máscara persistente del ser
ya no es el ocaso siempre lento del ocaso
tampoco el vano donde se hunden los seres y su penosa imagen
se ve que corres no a este mar sino a la mar en sí
al relámpago de una línea que sólo los agónicos prenden
el altar de bisturíes en que te convertiste
es apenas un viático más con el beso el verso y la maniobra
en ese vuelo libre de errancia por la gracia
libre asimismo del mercurio que te infundió el alquimista aciago
aquellas sombras (sí) de tu personal boscaje
la voz que intentabas todo lo más para decir lo más y aún más
se acurrucan en la bolsa mísera del tiempo
quemaron tu nave pero la Gran Paradoja cercenó el dolor
el foco loco que cría (cuervo) tu agonía
y las minadas de agujas con su magia negra y sus punciones
son ahora inservible chatarra de corpúsculos
restos de aquella edad donde tu ser era imposible (impasible)
el timbre mudo de tus vísceras asoladas
pan reblandecido por un falso suero y encima sin retorno
no complica más tu religión de resurrección
el aleteo invisible (pero claro) brotando en tu costillar
sales hecha la luz con una sed grande de luz
la suprema llave para el último milagro así más profundo
ramos de rayos en el corazón que se queda
palabra que te crece hasta el confín de tu nuevo planeta sin fin
encuentras así tu nuevo tú en un verbo virgen
chispa y soplo son y piedra fundando un cuerpo más allá del cuerpo
falso fin de tu historia de los últimos días
última herida es pero herida enamorada del venablo solar y verdadero
(no es sólo muerte la llamada muerte
no es hiel pura abandonada de la miel
no es ceniza sola sin luz ni sangre
no es perra exenta de vital delicia
pero sólo lo sabes si te toca
no es puro vacío como no es nada
no es humo de carne con pneuma sin más
no es falsedad ajena a una gran verdad
no es la puta reñida con la diosa
pero sólo lo aprendes si te alcanza
no es más demonio que sufrido ángel
no es la pura oscuridad la vil no-luz
no es la gravedad libre de levedad
no es improbable sima sin su cima
pero sólo no notas si te abrasa
no es vida (no) pero tampoco nada
no es seno seco ayuno de semillas
no es mera salmuera y cremación no más
no es simple tumba sino también vergel
pero sólo se revela cuando te ataca
no es un frío privado de todo sol
no es pozo ciego si es fuente a su modo
no es gusano solo sin mariposa
no es silencio sino gracias al verbo
Pero sólo lo intuyes cuando mata)
estarás en las sonrisas que alumbró tu boca
en eso arde un símbolo y se intuye la mirada en el crepúsculo
como el oro escondido pero vivo en el brumal
cintilar de ondas por billones en el oro otro del reflejo
nada de bramar y ansiar parcas como los tristes
recuerde pues el seso (ya no dormido) cuan presto vendrá el placer
más lenitivo una vez en plan de antimateria
calma o tigre igual será la fuerza por fin cumplida del deseo
qué tal cuando esplendas diosa y rayo en el solsticio
nadie ni siquiera omnipotente te asestará un juicio final
te hallaré en el aroma de las ninfas por venir
como el piélago en el cántaro endeble pero firme del silencio
será un mar de ardentía la niña en tus mil ojos
tú como piedra primera y más honda de la línea y el cimiento
la casta del óleo en el gran altar del misterio
oh fuente sin fin y embrión así en la gleba como en la sal y nube
señoreas en el paso muelle del felino
te gesta y pare la matriz temblorosa de la ola y la corriente
así como el canto rodando de labio en labio
o los aullidos tarahumaras y la hojarasca que siempre nada
claro que tus signos abandonarán su costra
leeré tu santo y seña en la estrella y en la niebla o en el semen
y el tumulto de granos vertido por la espiga
dirá de ti como el sol crío en los marfiles del hermano lobo
serás el seno y sino en la causa y el efecto
lloverás nevarás y posarás como césped sobre tu polvo
desaparecerás del concepto de naufragio
sin cometer el terror de poner la llaga en la uña y en la flama
fragor (aunque discreto) en los astros y úteros
me abrazarás con la onda ecuménica de tu cuerpo nuevo y sin fin
ideal para que nada te separe de nada
absolución de la materia inmune así a la enfermedad del tiempo
extraño ardid la muerte para innovar tu vida
te infiltrarás igual en el calor de la mano que en el glaciar
eso sin tocar la joya en que te convertirás
el suelo-luz que soñará el horizonte para ser horizonte
se acabó la distancia entre tu nombre y el mármol
ya eres el paraíso con su errancia y su ingenuo afeite de tiempo
de una vida sólo puede nacer otra vida
me aguardarás con labios de alba cuando me llegue la hora del viaje
Cuando muchacho
me detenía a soñar
en el cuarto más oscuro de la casa
desde donde, los ruidos cotidianos,
se oían casi como una llovizna.
Ellos eran los únicos reales.
Yo lo sabía, pero igual soñaba.
Todos aspiramos a una porción de humo,
a un trozo de piel en donde guarecernos.
Quien anda de viaje se lleva todo lo
que tiene, también la fiebre.
Bartolo Cattafi
Un tren que sale siempre va a alguna parte
un hombre que sale no siempre va a alguna parte
aunque viaje en el mismo tren;
un hombre que sale se lleva todo a cuestas
se lleva todo lo que tiene:
(también sus ganas de quedarse)
(también sus ganas de no ir a ninguna parte).
Todos hemos de pagar,
los que aman y los que no,
los que muestran la frente
y los que se ocultan del sol,
los protegidos,
los desposeídos,
los vividores,
los suicidas…
Todos hemos de pagar:
nuestro pecado original
ha sido
hundir las manos en el infinito
y hacerle un tajo desesperado
a la luz del día.
Acurrucado entre fajas sábanas
bulto bajo la colcha prendido a la almohada
(posición fetal)
pido a mi madre:
acaríciame la frente
no me dejes salir.
Pero están los hijos; duermen, sueñan
dicen:
despiértanos
queremos vivir.
Si a un cierto punto me miras te miro
(nada extraño entre dos que comparten
el pan y la rutina)
si de pronto mirándote
recuerdo a la rubia del tren
(se perdió en la marea y el reloj)
(¿la perdí?):
no me descubras, déjame la libertad de los sentidos
(el que recuerda vive dos vidas).
Con la carne en paz se miran
los amantes;
traen de otros aires la levedad
del tiempo.
Se miran sorprendidos
el perfil
ante el espejo
que envejeció de pronto.
Algo se quiebra ante sus ojos:
ella se cubre,
él inicia la fuga
sin moverse.
A Roberto Santoro
No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
con las formas de tu cuerpo y tu calor.
Sombra que exhala el alcohol de la noche
la carne celebra en los rincones
Mi cuarto es una prisión
La casa de enfrente no existe
el árbol gigante la acuna
Se llena de hojas mi cuerpo
hasta que la luz salpique sobre el alba
Un cuerpo desnudo flota sin destino
su carne, toda dispersión y sueño
Sólo un susurro la noche.
Uno aprende a entregarse poco a poco;
es una antigua costumbre de la piel,
casi una rutina permanente.
Ensaya los gestos más dramáticos,
los más inocentes,
altivos o distantes.
Finalmente consigue el ángulo perfecto,
y a ello sólo el tiempo contribuye.
Cada vivir ha de tener su espacio,
su dolor y su fiebre,
su ramo de congojas.
También su propio aire hecho a medida,
aunque a mares le sobre, porque encoge,
aunque a trozos le falte, si tallece.
Pero es la vestimenta que lo tapa
y la caricia fresca que lo aroma.
Así me voy de ti,
como el estío,
deslizando su mansa inmensidad de siesta
hacia la tibia umbría del otoño
de colores maduros y aromados,
y sabor a olvidanza.
Así,
después del sol a mediodía
plenilunio de luz y de latido,
hacia el rubor más núbil de las hojas.
Cuando el instante mismo se diluye
en su propia amargura
y ya no queda
cielo de qué color, nube
a qué rumbo,
toda la pena salta a la mirada,
la incertidumbre salta a la mirada,
la soledad sin nombre a la mirada,
la desnuda tristeza a la mirada,
y el asombro también, todo el asombro,
el cansancio del mundo, la agonía
de no saber por qué ni en qué camino
estamos,
llueve,
llueve
dolor y más dolor en la mirada,
¡qué preguntas sin fin, a qué la vida
para tanto morir, en la mirada!
A la espalda, el ocaso,
en los labios, estío,
la renuncia en los ojos,
y en las manos, el frío.
Una sed de infinito, de infinitos instantes
donde ya no haya noches, ni mañanas, ni antes.
En la fuente del tiempo
los recuerdos cantaban:
los deseos no mueren,
las pasiones se acaban.
La guerra tiene labios azulados,
ojos de soledad, carne de frío,
campos de noche eterna, gesto airado,
inviernos sin otoño y sin estío,
la guerra…
tiene niños asombrados,
manitas de miseria y extravío,
cierzos que cortan vidas y sembrados,
grises atardeceres, sol sombrío,
la guerra…
tiene dientes afilados,
cuchillos de acerado desafío,
boquitas de hambre triste y rostro helado,
inmensa podredumbre hacia el vacío,
la guerra…
tiene el ceño ensangrentado,
harapos y negrura de atavío,
alaridos sin nombre y sin soldado,
desbordadas las venas, turbios ríos.
Se ha de cruzar el puente
para alcanzar la orilla
donde la vida arde,
se ha de matar la sombra
con la espada del labio…
¡Y te nombro cobarde!
Se ha de cegar la noche
para alumbrar el alba
donde el amor se expande,
se ha de cubrir el llanto
con ternura infinita…
¡Y te nombro cobarde!
Pero la vida, ¡ah!,
pero la vida…,
tacto del tiempo, túmulo de instantes:
un respiro,
una muerte,
otro respiro.
Qué saberse, sin más, sobre la tarde.
Ni lágrimas ni risas hacen falta.
Para la vida, el aire.
Se salva el alma que asoma a la mirada
recién bañada en llanto;
se salva el aire recién nacido a la mañana,
aún frío de la luna;
se salva el niño que llora el hueco de sus sueños
y tiende las manitas de pan blanco;
se salva el trino
que astilla soledades y silencios,
alanceando el cielo con su arpegio.
Salpiqué los rincones de gotas de esperanza,
y a la alcándara muda
encadené los trinos del pájaro encantado.
Sólo allí renacía,
allí sólo, en silencio,
la mágica certeza de la vida que canta.
Emborroné las horas de luces y de espigas,
y en los huecos del aire
dejé escurrir la lava del oro del poniente.
Voy perdiendo tu nombre
por caminos y plazas,
por cristales sin vidrios,
por resquicios
sin sol;
hace frío en mis ojos
-era hoguera tu nombre-,
y una lluvia de olvido,
sin querer,
lo apagó.
Todo lo era tu nombre:
los sabores, la fruta,
el color de la tarde,
la caricia,
la flor…
Sólo quedan dos letras
que tiritan, perdidas,
en desvanes sin dueño,
esperando
el adiós.
Aromada de amor, dulce y discreta,
escondida en la hierba y vergonzosa,
nace al sol de febrero que la esposa,
semioculta al abrigo de una grieta.
Eremita sin dueño y sin maceta,
humildemente bella y olorosa,
viene envuelta en verdor y es mariposa
que aletea en los versos del poeta.
No lo consiente firmeza
ni lo sufre la piedad:
combida con la belleza
y despedir con la bondad.
Como los descaminados
siguen a tino de lumbre,
así ban los livertados
a vos dar su servidumbre;
y apenas vuestra belleza
les ha dicho: «Reposad»,
cuando les dice nobleza:
«Andad, amigos, andad.»
¡O, Ropero amargo, triste
que no sientes tu dolor!
Setenta años que naciste
y en todos siempre dixiste:
«ynviolata permansiste»
y nunca juré al Criador.
Hize el Credo y adorar
ollas de tocino grueso,
torreznos a medio asar,
oyr misas y reçar,
santiguar y persinar,
y nunca pude matar
este rastro de confeso.
Amor que yo vi
por mi pesar
quiero olvidar.
Mi coraçón se fue a perder
amando a quien no pudo aver.
Se lo pedí
mi mal buscar,
¿dó lo hiré fallar?
Por se perder cuitas le dan,
et puso a mí en tal afán,
que bivo así
sin le cobrar
por le contentar.
Vos mayor en hermosura,
yo el mayor enamorado;
vos mayor en el estado,
yo mayor en la tristura;
vos sin pena y sin dolor,
yo corrido de fortuna,
que por vuestro gran valor
como en todo sois mayor,
distes más bravo dolor
a mi vida que ninguna.
Venida es, venida,
al mundo la vida.
Venida es al suelo
la gracia del cielo,
a darnos consuelo
y gloria complida.
Nacido ha en Belén
el qu′ es nuestro bien;
venido es en quien
por él fué escogida.
Dime, Señora, di,
cuando parta de esta tierra,
si te acordarás de mí.
Cuando ya sean publicados
mis tiempos en mal gastados
y todos cuantos pecados
yo mezquino cometí,
si te acordarás de mí.
En el siglo duradero
del juicio postrimero,
do por mi remedio espero
los dulces ruegos de ti,
si te acordarás de mí.
Hoy comienzan mis dolores,
hoy pierde placer mi vida,
hoy será la despedida
y la más triste partida
que se hizo por amores.
Hoy tan grande pensamiento,
señora, llevo conmigo,
que muero porque no digo
a vos, mi bien, lo que siento;
adiós, adiós, los mejores
gozos de mi triste vida,
qu′ hoy será la despedida
y la más triste partida
que se hizo por amores.
En un jardín de estatuas que no existen
donde juegan los niños al verano,
en un jardín donde transcurre el tiempo.
En las sillas de lona abandonadas
junto al mar de setiembre y limoneros
y ventanas azules con veleros.
¿Por qué tiene la torre de la iglesia
sus relojes parados a las doce
de la noche de otoño y por qué se oyen
los pasos de la muerte en los pasillos
de la casa del bosque y por qué el viento
enturbia el aire blanco de la tarde?
Lo único que tenemos es el cuerpo
descendemos o caemos por los pozos del alma
y allí están las orillas y la arena, las
casas de madera abandonadas, el recuerdo
del aro y las canicas, la luz
en las paredes de las calles, allí
están los gemidos de los muertos
que estaban en el patio de la casa,
en el bar de los bailes y las mesas
de mármol.
1
¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
más a lo lejos verdecía el parque…
La aurora más rosada que ella misma
fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
a primer beso…
2
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.
Los niños se adormecen en las fuentes
las madres se levantan y levantan
como ángeles que vuelan en la muerte
los sueños se despiertan y se espantan
ya llaman los relojes para el alba
la ropa está teñida en sus tendales
se levantan las faldas y la enagua
pasan los hombres por los ventanales
van las niñas desnudas con los cubos
a buscar agua al mar lloran y cantan
en sus sueños los dioses van desnudos
las niñas se levantan y levantan
en las torres del mar se oyen campanadas
en la orilla de sal duermen las algas
las niñas se abandonan en la cama
en los bosques del cielo están sus nalgas
en las casas oscuras duerme el agua
en los pubis de rizado encaje
los cuerpos se levantan y levantan
en sueños a merced del oleaje
Cuando escuches el trueno me recordarás
y tal vez pienses que amaba la tormenta…
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
y el corazón, como entonces, estará en el fuego.
Esto sucederá un día en Moscú
cuando abandone la ciudad para siempre
y me precipite hacia el puerto deseado
dejando entre ustedes apenas mi sombra.
Cuando la luna es de melón una tajada en la ventana
y en redor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada
por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría
y la nieve del paño y arde una bujía de cera
tal que en la niñez, mariposas zumban
la calma, que no oye mi palabra, retumba
entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto
y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera…
la soledad en sus redes me hizo prisionera
el gato negro el alma me mira, como ojos centenarios
y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.
Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo «mazmorras de la trena»
y una melancolía que es la muerte.
Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso –
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.
Hay en la intimidad un límite sagrado
que trasponer no puede aun la pasión más loca
siquiera si el amor el corazón desgarra
y en medio del silencio se funden nuestras bocas.
La amistad nada puede, nada pueden los años
de vuelos elevados, de llameante dicha,
cuando es el alma libre y no la vence
la dulce languidez del goce y la lascivia.
Cuando en la noche oscura espero su llegada,
se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
y se me queda mirando larga y fijamente.
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
A Alexander Blok
Llegué a visitar al poeta
exactamente al mediodía, un domingo.
En el cuarto espacioso reinaba el silencio
afuera, en la calle, hacía frío.
Un sol agradable se paseaba
sobre el tupido humo grisazul…
El poeta me miraba fijamente,
en silencio, como un gran anfitrión.
Más que yo vivirá lo que aquí vive,
hasta los nidos de los estorninos,
y este aire migratorio que cruzó,
aire primaveral, la mar en vuelo.
La voz eternidad de allá nos llama,
del más allá con su invencible fuerza,
y por encima del cerezo en flor,
la luz lunar menguando se derrama.
Para Lucienne
Ojalá te hubieras llamado Luciana como quien dice luciérnaga o luz de ciénaga
Ojalá te hubieras venido a América
Comeríamos una choucroute au champagne cada lustro
Y entre semana guiso y puchero
cartas de amigos y facturas de electricidad
pero no llegamos a nada mi amor
Tus poemas todavía me llenan de pesadumbre
tus sostenes con las cintas ajadas aparecen en mis maletas
Y no termina de salir el sol en Green Hill con aquel polizonte de la madrugada
Esto ocurrió hace mucho tiempo
antes de que enmudecieras mon petit singe
cuando yo te compraba naranjas en el Soho
curries en Hampstead
y alquilábamos dos sillas bajo los castaños por cuarenta francos
porque tú eras mi mujer
Se disfraza de mujer con misteriosa habilidad pero es un robot de la peor especie.
Lo adviertes cuando se acomoda los rizos con tubos de cartón tripas de rollo de papel toilette.
Si se traba chirría y hasta que no le quitas de la máquina el cuerpo extraño no vuelve a sus modales de ameba servicial.
Conducida en su galera
prisionera
fui cruzando el mar azul;
mucho lloré; sordos fueron;
me vendieron
al sultán en Estambul.
Él me llamó hurí de aroma,
que Mahoma
destinaba a su vergel;
de Alá gloria y alegría,
luz del día
paloma constante y fiel.
The Rolling Stones
Náyade imperceptible emerges poco antes
del desayuno en sueños imposible
de guardar en las páginas del libro
de cabecera
Sota de la baraja rota
en la que mato el tiempo haciendo solitarios
gritando soliloquios trazando planetarios
viajes para los dos en un metro cuadrado
Nereida suburbana flor entre los escombros
sé de sobra el color que no tienen tus ojos
sé de sobra el sabor que tiene la presencia
de dos guardias civiles en cualquier estación
y fauno ciudadano sigo y sigo tu pista
y la pierdo en un charco de luces de… mercurio
o en una mala esquina que da a ninguna parte
En un astro lejano a dos mil años luz
hay dos platos dos velas y champán para dos
No sé cómo decírtelo dónde se meten las
cosas que ya te iba a decir y no digo…
…aunque de todos modos es igual:
he olvidado el camino
y el champán bostezando -no llegamos- explota
y las velas ya queman el mantel y los platos
-ya platillos volantes- cansados de esperarnos
se han largado y han vuelto
cada uno por su lado a su antigua alacena.
Sobre pupila azul, con sueño leve,
tu párpado cayendo amortecido
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó:
yo el sueño del placer nunca he dormido:
se más feliz que yo.
Se asemeja tu voz en la plegaria
al canto del zorzal de indiano suelo
que sobre la pagoda solitaria
los himnos de la tarde suspiró:
yo sólo esta oración dirijo al cielo:
se más feliz que yo.
Aquí, al volver el sol, han confluido
mi sangre con tu sangre de noviembre:
verde seco es vasija de otro verde
seco que abarca toda la costumbre
de renacer -cenizas son
los días diecinueve y cada noche
en que Saturno manda en las estrellas-
No hay lugar para ti y para mí juntos
en esta ciudad rota en la que somos
tú y yo, no lo mejor de cada uno
sino tú y yo.