No se mueve ni una hoja,
no hay ni un pájaro que cante,
sobre el rojizo horizonte
de vez en cuando un relámpago;
a un lado algunos espinos,
surcos a medio anegar,
lienzos grises de murallas,
sauces nudosos plegados;
al otro un campo limita
una zanja llena de agua,
y hay una vieja cargada
con un fardo muy pesado;
luego el camino se pierde
entre colinas azules,
y lo mismo que una cinta
se alarga en pliegues sinuosos.