con mucho silencio
los acantilados
la oscuridad detienen
y a la espuma finamente
abolida
por la caricia del mar.
La marea sube
bebiendo los escombros
penetrantes,
las banquetas plegadas,
carpas veraniegas,
toldos bien lavados del estío.
Los pies desnudos
bajo la cabeza romana
ella destaca
mordida por el viento,
los mariscos, el agua,
sales amarillas…
El agua siempre resbala,
brilla por el cuerpo
esquivo del mar.
Mareas intactas
de la memoria:
cucuruchos, barquillos.
Ya no existes llamando a los niños
a que se portaran bien.
Cambiaron –
uno cerró la puerta
y se voló los sesos.
Otro no quiso sino el azar
y a la que se embarcó
se la tragó el rencor.
Entre frías imágenes
pasa la noche
y me preguntas
por tu miedo a morir
como una necesidad que persiste.
Amigo,
noble amigo.
Nadie te cerró los ojos,
los tristes vacíos del tiempo
se quedaron eternos
y eso
no lo puedo remediar.