Me preguntas ahora por qué estoy tan callado?
Porque llegó el momento, el gran momento,
la hora de los ojos y las dulces sonrisas…
¡La noche….y esta noche cuánto amor por ti siento!
Contra tu pecho apriétame. Necesito caricias.
Si tú supieras todo lo que en mí está subiendo
de deseo, de orgullo, de ambición,
de ternura y de bondad.
Más oye: tú no puedes saberlo. Bájate la pantalla,
mejor así estaremos.
En la sombra en donde los corazones hablan;
cuando en torno las cosas se empiezan a ver menos;
te amo mucho esta noche para hablarte de amor.
Apriétame a tu pecho…
Sobre tu pecho estoy. Cuánta dulzura mi amor halla!
Y para acariciarte, cómo ansío
que llegue el turno mío….
Baja más la pantalla…
Pero no hablemos más. Tengamos juicio,
estemos quietos. Dicha no hay ninguna,
en este instante de pasión ferviente,
como sentir tu piel cerca a mi frente….
Pero, ¿qué es eso? ¿Quién nos importuna?
¡El café! Ponlo allá. Cierra la puerta.
¿De qué te estaba hablando?
¿Tomamos el café? ¿Después…? ¿Ahora?
¡Ah! Te gusta caliente; lo estaba yo olvidando.
¿Quieres que te sirva yo mismo? ¿Eso prefieres?
Está fuerte. ¿Azúcar? ¿Un terrón no más quieres?
¿Quieres que lo pruebe? ¿Será un terrón bastante?
Esta es la taza tuya. Toma el café al instante,
que se te enfría. Y calla y nada más hablemos.
Pero, ¡qué oscuridad! Si nada vemos…
Alza un poco, amor mío, la pantalla.