No quiero ya latidos que condenen
justificando tu ausencia revelada,
ni menos pechos doloridos
que presuman la tristeza de tus manos.
No quiero adivinarte las pupilas
de sosiego, como luna para amar.
Música esculpida en nieve, eres
con rumor a flor incalculable.
No quiero amor brillar contigo
en la luz de un astro aparecido,
porque tras nosotros va siempre
el olvido tumbando primaveras.
Que si una suave presencia acariciada
entrega el brillo de una luna desvelada
al fin nuestros cuerpos
se apagarán en la sombra
en un silencio tangible y presentido.