Buscaremos a los dioses

Tú que sabes del tibio acento de las plumas
y del calor infinito escondido en la nieve
trata de penetrar en este vago porvenir de sueños
en prodigio de savia o rosa adolescente.

Recuerda que aún debajo del laurel
está la axila resplandeciente de un cuerpo lejano;
y encima del labio hay un sonido eterno
a muerte o esperanza calcinada.

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Cuerpo o sonido

Toda a los labios son estrellas
en este antiguo amor,
en este gastado roce silencioso;
y las cabelleras quisieran ser bosques
o corazones implorando rostros

Todavía hay horizonte en el goce de unos ojos
y no escapan lunas ni mareas
al golpe sombrío de unas voces.

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En busca del designio

Buscad
labios perdidos,
lejos del eco imaginario
que despiertan unas plumas.

Buscad
corazones que saluden,
más allá del parpadeo
que nos une a la rosa.

Buscad la luz
más allá de los designios del alba,
en el rostro de unas voces desveladas
que subliman las últimas violetas.

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Eres el anochecer

Allí donde comienza el silencio,
estás tú,
toda deseo, toda extensión
como hierba o álamo solo
que recoge el instante puro de unos sueños
en la triste, tan triste presencia de unas manos sin venas,
blancas y solitarias como el dolor,
blancas y pausadas como el olvido mismo.

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He visto

He visto atardecer tu rostro
en el desvío de unos labios
y al brillo del jazmín.

He visto como a pesar de tu aparición
sobre los cuerpos,
piensas en el fuego y la sangre confundidos.

He visto
que para tu silencio no bastan soledades
ni voces destruidas
y que en un llanto sostienes
las vigilias del alba.

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Huida del cuerpo

Recorriendo tus labios busco en cada beso
un sonido a flor o vena consumida,
amoroso afán de un corazón vacío.

En cada brazo que tristemente gime
un pájaro silencioso muere en tus dedos;
anhelando aéreo, fugitivo
esa catarata de cabellos deshechos
en ruidos de olvido.

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La muerte está en el olvido

Tengo estos huesos hechos a las penas.
MIGUEL HERNÁNDEZ

Este cuerpo ya sobra en el olvido
de un aéreo silencio vibrador
donde los años llegan con rumor
de arterias aplacadas sin sonido.

Esta tristeza devuelve el dolor
de unos muslos ausentes y perdidos
tal espuma interpretada en sabor
a sangre y labios consumidos.

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Moriré en el sur

Háblame de tus venas
y la espuma amarillenta de las lágrimas.
Háblame del torrente salobre
que los dioses desdeñan.

Escucha la marcha de la muerte
en un silencio hermoso
como la delirante soledad de una tormenta.

Háblame de la estrella rota en la lluvia
y del espejo erguido en el murmullo
de un cuerpo sin melodía.

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Mujer dormida

Estás sola en la playa,
bienamada,
y tu cuerpo acariciado por los vientos
recuerda la espuma sollozante.

Estás sola, mas en tu soledad
virgíneos te rodean los sueños,
y esa arquitectura tentadora del mar
nimbando olas tal cuerpos poseídos.

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No hay instantes solos

La noche comprende esa música total
de la boca creciendo en el tiempo.

Por eso,
nunca estamos solos,
corazones ignorados,
porque siempre una estrella nace en círculos
deslizándose en la geometría de las manos,
y la noche nos ubica como la sangre perdida
que la pupila no entiende.

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Para no amar

No quiero ya latidos que condenen
justificando tu ausencia revelada,
ni menos pechos doloridos
que presuman la tristeza de tus manos.

No quiero adivinarte las pupilas
de sosiego, como luna para amar.
Música esculpida en nieve, eres
con rumor a flor incalculable.

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Plenitud de la tristeza

Tal la tristeza ciega,
enhiesta como espada sin origen
o muslo victorioso de muchacha.
Alta… grácil. Así te tuve.

Como difuso deseo,
buscando graciosa criatura
tu rostro bienamado en la ceniza.
Nimbo solitario. Así me encuentro.

El sol caía tal alba entre las hojas,
cuando tu cuerpo aéreo y transparente
entró arrebatado por los dioses,
sin regazos ni pechos, mas tranquilo,
a ese mundo yacente y olvidado
que sobra a los párpados sin alcance.

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Soledad en el olvido

Sucede a tu silencio la tristeza;
el ciego lamentar de unos labios
en el rostro pertinaz y retenido
de tu cuerpo eclipsado por el tiempo.

Lejano está el resonar de dos alas
que infinitas nos dieron el amor;
el frágil suspiro adolescente
que súbito llega hasta el sollozo.

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Volumen del olvido

Como una lejanía sin respuesta
estás presente en todo:
en los muslos renegridos de unos árboles,
en la tibia ausencia de unas hojas detenidas
en el cansancio sin forma del ser perdido
habitante mojado de los atardeceres del sur.

Todo está en tu aire tembloroso
con fragancia a lluvia o luna de diciembre.

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