Parábola del camino de Enrique González Martínez

A Esteban Flores

La vida es un camino…

Sobre rápido tren va un peregrino
salvando montes; otro va despacio
ya pie; siente la hierba, ve el espacio…
Y ambos siguen idéntico destino.

A los frívolos ojos del primero
pasa el desfile raudo de las cosas
que se velan y esfuman. El viajero
segundo bebe el alma de las rosas
y escucha las palabras del sendero.

De noche, el uno duerme en inconsciente
e infecundo sopor; el tren resbala
fácil sobre el talud de la pendiente,
y el viajero no siente
que en la campiña próvida se exhala
un concierto de aromas…
El prudente
que marcha a pie, reposa bajo el ala
de un gran ensueño, y trepa por la escala
excelsa de Jacob. Cuando el Oriente
clarea, se echa a andar, pero señala
el sitio aquel en que posó la frente.

Ambos llegan al término postrero;
mas no sabe el primero
qué vio, qué oyó; su espíritu desnudo
de toda adoración se encuentra mudo.
El otro peregrino recuerda cada voz, cada celaje,
y guarda los encantos del paisaje.
Y los hombres lo cercan, porque vino
a traer una nueva en su lenguaje
y hay en su acento un hálito divino…
Es como Ulises: hizo un bello viaje
y lo cuenta al final de su destino…

Porque la vida humana es un camino.