A la que va conmigo

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

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Busca en todas las cosas un alma y un sentido

Busca en todas las cosas un alma y un sentido
oculto; no te ciñas a la apariencia vana;
husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,
escudriñante el ojo y aguzado el oído.

No seas como el necio, que al mirar la virgínea
imperfección del mármol que la arcilla aprisiona,
queda sordo a la entraña de la piedra, que entona
en recóndito ritmo la canción de la línea.

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Canción

Canción para los que saben
lo que es llorar…
¿Quién pudiera darte al viento
e irse al viento en el cantar!

Canción como lluvia fina
sobre el mar,
que se disuelve y es nube
que sube y vuelve a llorar…

Canción que en el alma es lluvia,
canción que es llanto en el mar…
¡Quién pudiera darte al viento
e irse al viento en el cantar!

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Catástrofe

Ella se niega mientras él insiste;
fogoso el amador, tenaz la bella,
en jiras el jubón de la doncella
la lucha apenas del amor resiste.

Casta no cede; pero mira triste
de aquel retozo la patente huella,
y con falsos lamentos se querella
y de astucia y de brío se reviste.

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Como hermana y hermano

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano…

En la quietud de la pradera hay una
blanca y radiosa claridad de luna,
y el paisaje nocturno es tan risueño
que con ser realidad parece sueño.
De pronto, en un recodo del camino,
oímos un cantar… parece el trino
de un ave nunca oída
un canto de otro mundo y de otra vida…
¿Oyes?

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Cuando sepas hallar una sonrisa

Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

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Dat signum

¡Feliz instante! Del galán al peso,
la doncella al final rueda vencida,
sobre el césped que cómplice convida
del libre amor al inefable exceso.

Un cefirillo plácido y travieso
viene a avivar la lumbre ya encendida…
¿Qué mucho que ella al fin quede rendida
y que se escuche el estallar de un beso?

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El alma en fuga

Buscaron al romper de la alborada,
mis brazos y mis ojos su presencia,
y sólo hallé, por signo de la ausencia,
el hueco de su sien en la almohada.

Oh, qué correr la angustia desatada,
qué ulular por el llano mi demencia,
qué husmear en los ámbitos la esencia
de la alígera planta perfumada!

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El baño

Ya dejas el plumón. Las presurosas
manos desatan el discreto nudo,
y queda el cuerpo escultural desnudo
volcán de nieve en explosión de rosas.

El baño espera. De estrecharte ansiosas
están las aguas, y en el mármol mudo,
un esculpido sátiro membrudo
te contempla con ansias amorosas.

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El gozo alucinado

El color se me adentra y no lo pinto;
la nota musical llega hasta el fondo
de la entraña cordial, y yo la escondo
en el sacro rincón de su recinto.

El árbol es aliento y no verdura,
germinación de vuelo y no ramaje;
el ojo lo desliga del paisaje
y lo clava en el dombo de la altura.

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Intus

Te engañas, no has vivido… No basta que tus ojos
se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos
se posen sobre todos los dolores humanos
ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.

Te engañas, no has vivido mientras tu paso incierto
surque las lobregueces de tu interior a tientas;
mientras en un impulso de sembrador no sientas
fecundado tu espíritu, florecido tu huerto.

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La muchacha que no ha visto el mar

Rosa, la pobre Rosa, no ha visto nunca el mar.

Echa a volar su sueño en el campo vecino,
a la alondra demanda el secreto del trino
cuando lanza a los vientos su canción matinal;
sabe de dónde nace la fuente rumorosa,
distingue con su nombre a cada mariposa
y oye correr el agua y se pone a soñar…

Yo le pregunto: Rosa,
¿no has visto nunca el mar?

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Mi tristeza es como un rosal florido

Mi tristeza es como un rosal florido.
Si helado cierzo o ráfaga ardorosa
lo sacuden, el pétalo caído
se trueca en savia y se convierte en rosa…
Mi tristeza es como un rosal florido.

En mi dulce penumbra sin ruido,
la propia vida con mi llanto riego,
y las horas dolientes que he vivido
impregnan de perfumes mi sosiego…
Mi tristeza es como un rosal florido.

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Parábola del huésped sin nombre

Han llamado a mi puerta,
que siempre está de par en par abierta
y que esta vez la ráfaga nocturna
cerró de un golpe…
Sola y taciturna,
en el umbral detiénese la extraña
silueta del viador. Lívida baña
su faz la luna; tiene el peregrino
sangre en los pies cansados del camino;
ojos en que retrátase y fulgura
una vasta visión que ha tiempo dura
en incesante asombro;
y con la gruesa alforja, la insegura
mano sustenta un báculo en el hombro.

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Porque ya mis tristezas son como los matices

Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como en antes el pájaro y la estrella
-el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió-,

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca…

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Salle et sille

Quema a solas- ¡a solas!- el incienso
de tu santa inquietud, y sueña, y sube
por la escala del sueño…Cada nube
fue desde el mar hasta el azul inmenso.

Y guarda la mirada
que divisaste en tu sendero- una
a manera de ráfaga de luna
que filtraba el tamiz de la enramada-;
el perfume sutil de un misterioso
atardecer; la voz cuyo sonido
te murmuró mil cosas al oído;
el rojo luminoso
de una cumbre lejana;
la campana
que daba al viento su gemido vago…

La vida debe ser como un gran lago
cuajado al soplo de invernales brisas,
que lleva en su blancura sin rumores
las estelas de todas las sonrisas
y los surcos de todos los dolores.

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Rústica

El retozo

No en retóricas vanas el osado
el tiempo pierde y la ocasión propicia;
es tentación muy fuerte la delicia
de aquel rostro gentil y sonrosado.

La fresca brisa y el mullido prado
avivan el afán de la caricia…
¡Fuera en verdad torpeza o estulticia
a Eros tutelar dejar burlado!

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Soledad tardía

Soledad, bien te busqué
mientras tuve compañía…
Soledad, soledad mía,
viniste cuando se fue…

De tus brazos me escapé
cuando en tus brazos dormía;
estar a solas quería
sin adivinar por qué.

Toda la noche vagué,
por verte, soledad mía;
regresé rayando el día,
y dormida la encontré.

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Te engañas, no has vivido

Te engañas, no has vivido… No basta que tus ojos
se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos
se posen sobre todos los dolores humanos
ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.

Te engañas, no has vivido mientras tu paso incierto
surque las lobregueces de tu interior a tientas;
mientras en un impulso de sembrador no sientas
fecundado tu espíritu, florecido tu huerto.

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VIENES A MI

Vienes a mí, te acercas y te anuncias
con tan leve rumor, que mi reposo
no turbas, y es un canto milagroso
cada una de las frases que pronuncias.

Vienes a mí, no tiemblas, no vacilas,
y hay al mirarnos atracción tan fuerte,
que lo olvidamos todo, vida y muerte,
suspensos en la luz de tus pupilas.

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