Cada segundo un siglo, una mirada,
nunca la misma, siempre sin un centro decisivo,
sin palabras mayúsculas, que son como humaredas
de sangre y de dolor, látigo, muerte.
Cada segundo un siglo, una mirada,
nunca la misma, siempre sin un centro decisivo,
sin palabras mayúsculas, que son como humaredas
de sangre y de dolor, látigo, muerte.