Pero cómo decírtelo si eres
tan leve y silenciosa
como una flor. Cómo te lo diré
cuando eres agua,
cuando eres fuente, manantial, sonrisa,
espiga, viento,
cuando eres aire, amor.
Cómo te lo diré,
a ti, joven relámpago,
temprana luz, aurora,
que has de morirte un día
como quien no es así.
Tu forma eterna,
como la luz y el mar, exige acaso
la majestad durable
de la materia. Hermosa
como la permanencia del océano
frente al atardecer, es más efímera
tu carne que una flor. Pero si eres
comparable a la luz, eres la luz,
la luz que hablase,
que dijese «te quiero»,
que durmiese en mis brazos,
y que tuviese sed, ojos, cansancio
y una infinita gana
de llorar, cuando miras
en el jardín las rosas
nacer, una vez más.