Planto de dársenas (V) de José Luis Rivas

…Hela aquí con nosotros, noche que entreabre
con delicadeza la corola del convólvulo
violáceo y las puertas del lupanar.

Las rameras son sordas como chacones
escurriéndose entre las grietas de la tapia,
pero llevan entrañados como canteras
un gesto y una belleza de estatua.

‘Ah, nosotras éramos suaves y lozanas como
un navío cuya carga es toda de azahares,
pero nos ha tocado dar de frente en los
puertos tras una deriva ineluctable.’

‘Ah, nosotras creíamos antaño en el beso
de ámbar bajo la luna, cuando dos cuerpos
adolescentes se reclinan en la barda donde
una vez estampara su silueta un tupido
jazminero en flor.’

‘Hoy su reliquia es sombra. Mírala, tócala.
Está escarchada todavía.’

‘Y henos ahora, harapientas, haraganas,
halando por las costas nuestra pena
como cornudas o tintoreras rampantes.’

‘A cada giro de los faros nuestra desnudez
;relumbra como un soplo en los
oídos del ascua.’

‘Fuimos náyades combatientes, hijas del ardor
y el arrebato. Sólo sabíamos halagar
con gozo y con ventura a quien ávido
osaba con nosotras…’

‘Ah, nuestra verdadera madre es la
desdicha…’

las ninfas y las náyades que fueron movidas
a invocar el concurso de las gracias y nada
más labraron uno de sus flancos,
las aguas y las noches que se aparean oscuras
y amargosas como un jarabe de hierbas,
sólo de hierbas,
la noche lerda, las potrancas raudas, las-
aguas en desliz, el aluvión que despeña y
abre carcavones en la cordillera, el aluvión
que arranca de cuajo los guayabos
y los guayos,
las aguas alazanas por la noche más retinta,
las mujeres más prietas señaladas como yeguas
tordillas por el hombre de botines que visita
los potreros y compra caballería, recentales,
cerdos y ternera aún sin herrar,
las mujeres que bajan de lo alto de la escalera
rechinante con un lunar muy negro en la
mejilla o un mechón en la frente,

ah esas potrancas con lucero…