Como médanos de oro,
que vienen y que van
en el mar de la luz,
son los recuerdos.
El viento se los lleva,
y donde están están,
y están donde estuvieron
y donde habrán de estar…
(Médanos de oro).
Como médanos de oro,
que vienen y que van
en el mar de la luz,
son los recuerdos.
El viento se los lleva,
y donde están están,
y están donde estuvieron
y donde habrán de estar…
(Médanos de oro).
Tira la piedra de hoy,
olvida y duerme. Si es luz,
mañana la encontrarás
ante la aurora, hecha sol.
Que nada me invada de fuera,
que sólo me escuche yo dentro.
Yo dios
de mi pecho.
(Yo todo: poniente y aurora;
amor, amistad, vida y sueño.
Yo solo
universo).
Pasad, no penséis en mi vida,
dejadme sumido y esbelto.
No recordar nada…
Que me hunda la noche callada,
como una bandada
blanda y acabada.
(Que no quede nada…
Que pase la mujer amada
por una dejada
estancia soñada)
No desear nada…
Perderse en la idea sagrada,
como una dorada
sombra en la alborada.
Que yo estoy en la tierra,
que yo soy calle oscura y mala,
jaula fría y mohosa,
campo cerrado siempre
¿quién lo podrá negar?
Que tú estás por el cielo,
que tú eres nube de colores,
pájaro errante y libre,
brisa de última hora,
¿quién lo podrá negar?
Eternidad, belleza
sola, ¡si yo pudiese,
en tu corazón único, cantarte
igual que tú me cantas en el mío
las tardes claras de alegría en paz!
¡Si en tus éstasis últimos,
tú me sintieras dentro
embriagándote toda,
como me embriagas todo tú!
¡Hoja verde
con sol rico,
carne mía
con mi espíritu!
¡Cuánto infinito abarcado
desde esta piedra del mundo!
No estoy en el «desde aquí»,
sino en el «ya de lo último».
¿Te cojí? Yo no sé
si te cojí, pluma suavísima,
o si cojí tu sombra.
Por un camino de oro van los mirlos… ¿Adónde?
Por un camino de oro van las rosas… ¿Adónde?
Por un camino de oro voy…
¿Adónde,
otoño? ¿Adónde, pájaros y flores?
El chamariz en el chopo.
-¿Y qué más?
El chopo en el cielo azul.
– ¿Y qué más?
El cielo azul en el agua.
– ¿Y qué más?
El agua en la hojita nueva.
– ¿Y qué más?
Sólo lo hiciste un momento.
Mas quedaste, como en piedra,
haciéndolo para siempre.
Cuando el amor se va,
parece que se inmensa.
¡Cómo le aumenta el alma
a la carne la pena!
Cuando se pone el sol
lo ahondan las estrellas.
Cierra, cierra la puerta,
como a ella le gustaba…
¡Que se encuentre a su gusto
su recuerdo!
Contra el cielo inespresable,
el álamo, ya amarillo,
instala la alta belleza
de su éstasis vespertino.
La luz se recoje en él
como en el nido tranquilo
de su eternidad. Y el álamo
termina bien en sí mismo.
Todos los días yo soy
yo. Pero ¡qué pocos días
soy yo!
Todos los días el cielo
vive en mis ojos. Mas ¿cuándo
es dios?
Todos los días me hablas.
Y ¡qué pocas veces oigo
tu voz!
¡Qué tristeza este pasar
el caudal de cada día
(¡vueltas arriba y abajo!),
por el puente de la noche
(¡vueltas abajo y arriba!),
al otro sol!
¡Quién supiera
dejar el manto, contento,
en las manos del pasado;
no mirar más lo que fue;
entrar de frente y gustoso,
todo desnudo, en la libre
alegría del presente!
La muerte es el reposo,
del día de la vida;
para que despertemos descansados
en el día total del infinito.
La muerte es sólo un reposo,
más que el sueño. De ella, un día
—¡aurora augusta y completa!—,
saldremos fuertes, exactos,
para un vivir tan eterno
como ella,
para un trabajo inmortal.
El dormir es como un puente
que va del hoy al mañana.
Por debajo, como un sueño,
pasa el agua, pasa el alma.
Ante mí estás, sí.
Mas me olvido de ti,
pensando en ti.
Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo,
¡amor!, la única rosa.
Tú, lo grande, anda, descansa
en honor de lo pequeño;
que su mundo está en su hora
y tu hora es el universo.
¡Qué alegre, en primavera,
ver caer de la carne
del invierno el vestido,
dejándola en errante
amistad con las rosas,
también de carne amable!
Ahora, en el otoño,
¡qué alegre es ver cuál cae
la carne del estío,
del espíritu, dándole
por amigas las hojas
secas inmateriales!
?No era nadie. El agua.
?¿Nadie?
¿Que no es nadie el agua?
?No
hay nadie. Es la flor.
?¿No hay nadie?
Pero ¿no es nadie la flor?
No es nadie. Era el viento.
?¿Nadie?
¿No es el viento nadie?
Me colmó el sol del poniente
el corazón de onzas doradas.
Me levanté por la noche
a verlas.
¡No valían nada!
De onzas de plata la luna
del alba me llenó mi alma.
Cerré mi puerta en el día
por verlas.
La puerta está abierta,
el grillo cantando.
¿Andas tú desnuda
por el campo?
Como un agua eterna,
por todo entra y sale.
¿Andas tú desnuda
por el aire?
La albahaca no duerme,
la hormiga trabaja.
Malvarrosa,
malvaseda.
¡Salud de la primavera!
Rosas agrias,
sedas férreas.
¡O mujer con asperezas!
Recojida
gracia entera.
¡Malvarrosa, malvaseda!
Casta sangre
de la tierra.
¡Virtud de la primavera!
Qué trasparente amor,
en la cálida tarde tranquila,
el del azul y yo.
Mi pena viene y va.
Mas la mira una estrella suave
y se pone a cantar.
Hojita verde con sol,
tú sintetizas mi afán;
afán de gozarlo todo,
de hacerme en todo inmortal.