Ante mí estás, sí.
Mas me olvido de ti,
pensando en ti.
Poemas cortos de Juan Ramón Jiménez
Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo,
¡amor!, la única rosa.
Tú, lo grande, anda, descansa
en honor de lo pequeño;
que su mundo está en su hora
y tu hora es el universo.
¡Qué alegre, en primavera,
ver caer de la carne
del invierno el vestido,
dejándola en errante
amistad con las rosas,
también de carne amable!
Ahora, en el otoño,
¡qué alegre es ver cuál cae
la carne del estío,
del espíritu, dándole
por amigas las hojas
secas inmateriales!
?No era nadie. El agua.
?¿Nadie?
¿Que no es nadie el agua?
?No
hay nadie. Es la flor.
?¿No hay nadie?
Pero ¿no es nadie la flor?
No es nadie. Era el viento.
?¿Nadie?
¿No es el viento nadie?
Me colmó el sol del poniente
el corazón de onzas doradas.
Me levanté por la noche
a verlas.
¡No valían nada!
De onzas de plata la luna
del alba me llenó mi alma.
Cerré mi puerta en el día
por verlas.
La puerta está abierta,
el grillo cantando.
¿Andas tú desnuda
por el campo?
Como un agua eterna,
por todo entra y sale.
¿Andas tú desnuda
por el aire?
La albahaca no duerme,
la hormiga trabaja.
Malvarrosa,
malvaseda.
¡Salud de la primavera!
Rosas agrias,
sedas férreas.
¡O mujer con asperezas!
Recojida
gracia entera.
¡Malvarrosa, malvaseda!
Casta sangre
de la tierra.
¡Virtud de la primavera!
Qué trasparente amor,
en la cálida tarde tranquila,
el del azul y yo.
Mi pena viene y va.
Mas la mira una estrella suave
y se pone a cantar.
Hojita verde con sol,
tú sintetizas mi afán;
afán de gozarlo todo,
de hacerme en todo inmortal.
¡Ojos que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
¡Ay, no es posible
que un muro viejo
dé brillos nuevos;
que un seco tronco
(abra otras hojas)
abra otros ojos
que estos, que quieren
mirar alegres
y miran tristes!
De noche, el oro
es plata.
Plata muda el silencio
de oro de mi alma.
Silencio. Sólo queda
un olor de jazmín.
Lo único igual a entonces,
a tántas veces luego…
¡Sinfin de tanto fin!
¡Qué alegría este tirar
de mi freno, cada instante;
este volver a poner
el pie en el lugar cercano,
(casi otro, casi el mismo),
de donde aprisa se iba;
este hacer la seña leve,
segundamente, inmortal!
Sólo eres tú
(aquella tú)
cuando me hieres.
Todo el otoño, rosa,
es esa sola hoja tuya
que cae.
Niña, todo el dolor
es esa sola gota tuya
de sangre.
Rosa completa en olor.
Sol terminante en ardor.
Serenidad de lo uno.
(Rompevida del amor).
Tú queriendo y sin poder.
Yo pudiendo y sin querer.
¡Pobre rosa con el hombre!
¡Triste sol con la mujer!
¡Yo solo vivo dentro
de la primavera!
(Los que la veis por fuera,
¿qué sabéis de mi centro,
qué sabéis de su centro?
Si salís a su encuentro,
mi sangre no se altera…)
¡Yo solo vivo dentro
de la primavera!
¡Qué miedo el azul del cielo!
¡Negro!
¡Negro de día en agosto!
¡Qué miedo!
¡Qué espanto en la siesta ardiente!
¡Negro!
¡Negro en las rosas y el río!
¡Qué miedo!
¡Negro con sol en mi tierra
(¡negro!)
sobre las paredes blancas!
Está el cielo tan bello,
que parece la tierra.
(Dan ganas de volver
los pies y la cabeza.)
Tierra, tierra, tierra, tierra.
Y ahora yo, yo, yo, yo.
¡Cielo puro, día libre,
sostenedme en mi ilusión!
Ya viene la primavera.
¡Lo ha dicho la estrella!
La primavera sin mancha.
¡Lo ha dicho la agua!
Sin mancha y viva de gloria
¡Lo ha dicho la rosa!
De gloria, altura y pasión.
¡Lo ha dicho tu voz!
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
¡Qué hueco tan robado
el de este vano cielo
que nada al alma pone,
ni nada quita al cuerpo!
Mariposa de luz, la belleza se va cuando yo llego a su rosa.
Corro, ciego, tras ella… La medio cojo aquí y allá…
¡Sólo queda en mi mano la forma de su huida!
Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!
Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…
¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!
¡Qué mejor oración,
qué mayor ansia
que sonreír a las rosas
de la mañana;
ponernos su alma bella
en nuestra alma;
desearlo todo
con su fragancia!
¿Mar desde el huerto,
huerto desde el mar?
¿Ser el que pasa cantando,
oírlo desde lejos cantar?
Se vistió la nieve
de vagos carmines.
¿Me quieres?, me dijo.
¡Te quiero!, le dije.
Me besó en la boca
con un beso inmenso.
Abril vino al mundo
Y yo quedé muerto.