Tenue rumor de túnicas que pasan

¡Tenue rumor de túnicas que pasan
sobre la infértil tierra! …
¡Y lágrimas sonoras
de las campanas viejas!

Las ascuas mortecinas
del horizonte humean…
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas.

-Abre el balcón. La hora
de una ilusión se acerca…
La tarde se ha dormido
y las campanas sueñan.

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Desde el umbral de un sueño

Desde el umbral de un sueño me llamaron…
Era la buena voz, la voz querida.

-Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?….
Llegó a mi corazón una caricia.

-Contigo siempre….Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.

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Del camino

Preludio

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

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El limonero lánguido suspende

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro…
Es una tarde clara,
casi de primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.

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En estos campos de la tierra mía

En estos campos de la tierra mía
y extranjero en los campos de mi tierra
-yo tuve patria donde corre el Duero
por entre grises peñas,
y fantasmas de viejos encinares,
allá en Castilla, mística y guerrera,
Castilla la gentil, humilde y brava,
Castilla del desdén y de la fuerza-,
en estos campos de mi Andalucía,
¡oh tierra en que nací!

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Eran ayer mis dolores

Eran ayer mis dolores
como gusanos de seda
que iban labrando capullos;
hoy son mariposas negras.

¡De cuántas flores amargas
he sacado blanca cera!
¡Oh, tiempo en que mis pesares
trabajaba como abeja!

Hoy son como avenas locas,
o cizaña en sementera,
como tizón en espiga,
como carcoma en madera.

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Hacia tierra baja III

Un mesón de mi camino.
Con un gesto de vestal,
tú sirves el rojo vino
de una orgía de arrabal.

Los borrachos
de los ojos vivarachos
y la lengua fanfarrona
te requiebran ¡oh varona!

Y otros borrachos suspiran
por tus ojos de diamante,
tus ojos que a nadie miran.

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Guerra de amor

El tiempo que la barba me platea
cavó mis ojos y agrandó mi frente,
va siendo en mí recuerdo transparente,
y mientras más el fondo, más clarea.

Miedo infantil, amor adolescente,
¡cuánto esta luz de otoño os hermosea!,
¡agrios caminos de la vida fea,
que también os doráis al sol poniente!

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He andado muchos caminos

He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.

Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

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La primavera besaba

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil…
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

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La muerte

Aquel juglar burlesco
que, a son de cascabeles, me mostraba
el amargo retablo de la vida,
hoy cambió su botarga
por un traje de luto y me pregona
el sueño alegre de una alegre farsa.
Dije al juglar burlesco:
queda con Dios y tu retablo guarda.

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Nocturno

A Juan Ramón Jiménez

berce sur l’azur qu’ un vent douce effleure
l’arbre qui frissonne et l’oiseau qui pleure.
Verlaine

Sobre el campo de abril la noche ardía
de gema en gema en el azul… El viento
un doble acorde en su laúd tañía
de tierra en flor y sideral lamento.

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Voy caminando solo

Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños…

No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?

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