No eres sólo el fulgor que sin mesura
estalla, ni su estrépito previsto.
Ni las apelaciones de la esfinge,
o la avidez o la otra idolatría.
Lúcida sí, flagrante certidumbre,
región de transparencia en la que inmerso
está el tiempo, zumbando, lo que somos,
la boca memorable del augurio.
En un trono de hueso y santidades,
abiertas las heridas, y la flecha
de las perpetuas causas en las sienes.
Eres es palabra no gastada,
amor, una mitad, como la aurora,
en sombra. Una mitad implicaciones.