Por no hacerle la guerra a la costumbre,
allí, en el probador. Allí tus pechos,
tan blancos, tan franceses, tan derechos,
tan altos como el álamo y la cumbre.
Buscando habitaciones en la lumbre,
sitios para la nieve, tibios lechos,
el mar se hizo cascada en tus estrechos,
ronda de espuma en cárceles de azumbre.
Allí, en el probador, ya desbocados,
luchando con la seda y el encaje,
la lanza de la miel rompió la herida.
Y altivos, sin ceder, soliviantados,
Mont Blanc del probador y su paisaje,
alzan triunfantes su total medida.