Por ti no pasa nunca el tiempo de Javier Alvarado

II

Cierto, no estarás desnuda por ruinas y hospitales, ni dejarás que se lleven al mar tus revelaciones en el espejo de tu carne, mortalmente edificada por arquitectos dantescos o por guerreros y ancianos egregios, que quemaron sus barbas y alzaron las naves para huir de su pueblo y dar saltos de eclosión o de miserableza, tanto fuego reunido sirvió para consumar un cadáver, es decir un cuerpo,
una sangre una noche o un aullido no fue suficiente,
para tanta moral escrita, para tanto orgasmo petrificado en los esqueletos de la ciudad, que aún se alzan como dentelladas,
como saxofones viejos, actos de fe, pianos rotos, poemas inválidos y ciegos que murmuran frases delante de los semáforos.
He llorado por cada clavo que crucifica la generación,
la violación de la rosa, los párpados de Cristo y las imágenes obscenas de los figurines, el hambriento alucinado, la tez del vidrio y las canciones semienterradas. He llorado aquí,
junto a ti he llorado
grandes desiertos, sabanas, montañas, colinas, volcanes, penínsulas, cabos, golfos, cayos, islas, océanos, mares vivos o muertos, cantidades de accidentes geográficos no fueron los tantos para mi llanto accidental de tierra! Diríase mi llanto poético,
mi llanto prosaico, cuando lo habla con su lengua muerta el tesalonicense, o con los dialectos ocultos de las cerámicas que recibirán mis huesos, la estrella colocada,
tú, la constelación que ofrezcas, el rebaño limpio de las probetas de luz, el racimo de meteoros que colocarás cada año en aniversario de mi nacimiento o en el aborto de mi muerte.
Tanta sangre fue necesaria para que colocaras tus ríos en las tierras y dejaras fecundar tus ovarios con la lluvia de polen y de otros insectos incendiarios que plantaron un bosque y se dejaron llevar por los sonidos y las onomatopeyas de la creación, tanto nombre pusiste a las cosas creadas y te faltó nombrar a los males que saldrían de tu centro-mundo, de tu centro-alma, de tu centro-carne.