Las hojas verdes, las baldosas rojas,
templado el sol y lánguida la brisa,
bajo la parra familiar del patio,
en los maternos brazos sonreías.
Yo pensaba, feliz, al contemplarte:
¡dulce es el mundo, sin dolor la vida!
Cuando te echaste bruscamente al suelo
y tu inocente pie mató una hormiga.
Tú seguiste por el patio.
Rezo estos versos yo por la hormiguita.