Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.
( Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía ).
Eres la que no pude vencer con mi locura
y fatalmente herir con mis espadas ciegas,
y el trueno que circula por mi cabalgadura
y el búfalo que truena por mis hondas entregas.
Sobrevives y cantas a mi lado, a mi vera,
como un ave incansable que atesora mis pasos,
y vuela a toda hora sobre mi calavera
y construye su nido en mitad de mis brazos.
Ya tienes el tamaño de mis manos inmensas,
la medida del grito que me habita la vida,
y puedes abarcarme todo lo que me piensas
y elevas a tu frente la sangre de mi herida.
Siento tu punzadora dulzura en mi costado,
tu penetrante aroma de selva en mi camino,
y nadie me consuela cuando estoy a tu lado
y pienso que la muerte se beberá tu vino.