Por mi culpa , mujer, por mis inviernos,
muchas veces tu cara se humedece de lágrimas.
Pero también por culpa de Dios, frecuentemente,
el rostro de la tarde se humedece de lluvia.
Poemas de Carlos Castro Saavedra
Te pienso desde Europa, esposa mía,
te pienso a grandes pasos, como loco,
y persigo por todas las patrias y los mapas
tu pecho montañoso, tus rebaños de leche,
y la desesperada tierra de tus volcanes
y la cicatrizada corteza de tu vientre.
Como un nocturno vino tu mirada,
amotina mi sangre enardecida
y la noche en mis hombros detenida,
ignora su presencia desolada.
Ya no puede mi voz contra la espada
de silencio que tengo entre la herida,
de saber tu caricia estremecida
pero en oscura cárcel encerrada.
Para la vida de mis hijos
bella medida es tu cintura,
y bello el ritmo de tu pulso
para la sangre de mis hijos.
En tu nostalgia atardecida
cabe el sollozo de mi niño,
y cabe el llanto de sus ojos
entre la red de tus pestañas.
Yo me lleno de angustia mirándote la frente
porque estás más lejana cuando estás más presente.
Para que yo no pueda llegar hasta tu alma
tú me miras a veces con esa misma calma
con que miran los lagos una noche estrellada:
la miran hasta el alba y no le dicen nada.
No me dejes partir, no me abandones,
átame a tu cintura con tus brazos,
y aléjame los buques de la cara
con tus suspiros y tus aletazos.
Rodéame de ti, de tu ternura,
de tus palomas y de tus espinos,
para que no me llamen los países,
para que no me escriban los caminos.
Amistad es lo mismo que una mano
que en otra mano apoya su fatiga
y siente que el cansancio se mitiga
y el camino se vuelve más humano.
El amigo sincero es el hermano
claro y elemental como la espiga,
como el pan, como el sol, como la hormiga
que confunde la miel con el verano.
Era un buque en el mar,
era el amor en medio de las olas inmensas,
y era mi soledad de navegante
y los peces oscuros de tus trenzas.
Pensaba en ti, soñaba
que iba contigo a perfumar los puertos,
y a sembrar anclas y constelaciones
en las frentes dormidas de los muertos.
En el espejo de tu cuerpo, esposa,
recogiste mi rostro, tan fielmente,
que la línea más honda de mi frente
quedó presa en tu sangre temblorosa.
Me copiaste, mujer, mujer hermosa,
en tu río de amor, en tu corriente,
y devolviste generosamente
mi cara de montaña silenciosa.
No te digo paloma, ni princesa , ni reina,
sino mujer de tierra, hembra de tierra y tierra,
compañera de besos, compañera
de mi revolución y de mi guerra.
Te llamo barro de mi alfarería,
surco de mis labranzas coloradas,
pradera en que galopan mis caballos
con las crines heridas y quemadas.
Inés digo y mi boca se convierte en azúcar
de manzana partida por la luz del verano.
Decir esta palabra es como adivinar
que está cantando un pájaro en un árbol lejano.
Inés digo y mi labio se convierte en abierta
flor de pétalos dulces contra la madrugada.
Yo amé desde un principio tu sencillez de dalia,
tu pudor de semilla que se viste hasta el fondo,
y el amor con que hacías tus trenzas bajo el cielo
y escuchabas mis versos como un ave en el hombro.
Tu andar de sementera, de parcela espigada,
tu lengua constelada de honorables silencios,
y tus manos en guerra, sobre tu falda verde,
con las ganaderías que apacientan los vientos.
Yo no digo tu nombre. Yo digo mi locura.
Mírame cómo tengo los labios: como ríos
que atraviesan cantando tu hermosura.
Digo mi gran fervor, mi desespero.
Digo lo que me quema cuando llegas
y cuando ya te has ido lo que espero.
Unas trenzas oscuras y una flor.
Y una boca que ignora su pasado.
Y un corazón pequeño y un callado
deseo de saber lo que es amor.
Yo -plenitud del hombre soñador-
la ungí con el perfume deseado;
le regalé una rosa y un pecado
y un beso apasionado y un temor.
Acércate a mi pecho más caudalosamente,
húndete en mi camisa,
atraviesa mi piel, mis guarniciones,
y arrásame por dentro con tus labios
y tus inundaciones.
Trasvásate a mis venas,
a mi sangre furiosa,
y auméntame los ríos arteriales
y la espuma que pasa por mi frente
cuando pienso hospitales.
Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.
( Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía ).
Su cuerpo es una aldea
donde yo me refugio cuando truena en el cielo,
y tiemblan los follajes de mis venas
y las agrupaciones de mi pelo.
Su cuerpo dulce y hondo
y sus dos brazos como ríos sin puentes,
donde me oculto con mis tempestades
y las constelaciones furiosas de mis dientes.
Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.
Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.
Va cayendo la noche en los trigales,
mis besos van cayendo en tus racimos,
y nos vamos los dos como vinimos:
por laberintos, fechas y hospitales.
Cuando el mar nos separa con sus sales,
por encima del mar nos escribimos,
pero de todos modos nos sentimos
sepultados por olas torrenciales.
Es más dulce el amor
sobre la hierba, niña.
Sobre las esmeraldas
que alfombran la campiña.
Más dulce que en el lecho
porque la tierra es ancha,
y la sombra del cuervo
la toca y no la mancha.
Estoy cansado, amada, y estoy triste.
Vengo desde las tierras arrasadas y solas,
desde donde la muerte se desnuda y embiste
los acontecimientos, los hombres y las olas.
Vengo, hermosa, del tiempo, de la vida, del día
en que con sangre puso mi racimo en el mundo,
y empezaron mis hojas a sentir la agonía
de un cielo sin orillas y de un barro profundo.
De verde te amo más, con el vestido
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
Ataviada de selva, de árbol joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
Yo descubrí tu boca, yo te puse
en la boca mis uvas torrenciales,
y con los pasos de mis animales
una marcha enlutada te compuse.
El color que más amo y más te luce
es el ebrio color de los parrales,
porque desencadena mis metales
y a tus grietas profundas me conduce.
Tengo las manos muy tristes
y no sé qué hacer con ellas,
porque anoche me corté
los dedos en las estrellas.
Estaba pensando en ti,
en tus ojos estrellados,
y me pasé por la frente
los dedos enamorados.
Un deseo constante de alegría;
una urgencia perenne de lamento
y el corazón, campana sobre el viento
estrenando badajas de elegía.
Morir mil veces en un solo día
y otras tantas quemar el pensamiento
en la resurrección, que es el tormento
de pensar en la próxima agonía.
Hemos hablado mucho, compatriotas,
¿porqué no nos callamos
para que la palabra se maduren
en medio del silencio
y se vuelvan arroz,
cajas de pino, escobas,
duraznos y manteles?
Hacemos mucho ruido
y repetimos la palabra muerte
hasta que la matamos.
Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente
habita mis pulmones y colmenas .
De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.
En ti beso la patria, beso el río
que la desencadena, que la canta,
y la flor que del suelo se levanta
y la viste abejas y rocío.
Tierra eres, relente de plantío,
sombra de monte, vegetal garganta,
y tanta patria dulce, tanta, tanta,
cabe toda en tu beso y en el mío.
No me canso de andar por tus collados,
de recorrer tu cuerpo y tus colinas,
de sembrar en tu tierra desgarrada
por mi pecho de espadas y de espinas.
Centímetro a centímetro te busco,
atravieso tus valles y terrenos,
y no me pueden contener tus manos
ni me sirven tus puertas ni tus frenos.
Nuestras tumbas, mujer, se darán besos,
nuestros cajones besos y mordiscos,
y no serán sudarios los nuestros sino sábanas
para engendrar trigales
y construir el pecho de los cedros.
Nos volverán a ver sobre la tierra,
a ti llena de polen y de pétalos,
cubierta de azaleas y azahares,
y a mí con un pedazo de primavera roja
entre la boca de madera.