Primer consejo a los arcángeles del viento de Alfonso Calderón

Vosotros
estáis callados
arcángeles del viento.
No sentís el temblor de unos muslos
ni el clamor de las venas;
no os importa
el latido de una estrella
ni el fin de la espuma.

¿Para qué
iluminar las horas
si no cantáis a la luna efímera
que resbala en el cielo?

Cuando sepáis contemplar
el vibrar de la mejilla
y el caliente esquema de un vuelo.
Cuando podáis presagiar la estrella
en el misterio de una paloma vegetal.

Entonces os comprenderé,
y habrá en el reino de las plumas
otro pretendido pasajero
de la ceniza y el reflejo.

Yo abandonaré la penumbra
de las lentas manos de llanto,
para mezclarme a vosotros
en una rosa de escarcha
o en la agonía de un pez de magnolia.

Y entonces,
entraré al reino del silencio.