He vuelto al bosque de mi penosa adolescencia
bajo cuya fronda entonces loca mis penas sacudía
para que las llevaran los pájaros
a donde se guarda el llanto de los hijos tristes
y no, ya no es como antes, ya nada es como era
y mis ojos que ahora ven de otra manera
heridos y distantes ven otra realidad más plena,
con sabrosos matices y fulgores, más serena
tal es lo que he vivido; una docena
de anécdotas, un trío de penas, alguna algarabía.
Y nada más que contabilizarse en pérdida o ganancia
bajo estos árboles se pueda. Vida, qué ansia.