Ángela

Ángela que mirabas a lo azul y sonreías:
Ángela que viste en el cielo una escala:
una larga escala roja por sonde subían
cadenciosas doncellas,
altas muchachas, bellas, vestidas de blanco;
Ángela en cuyo regazo
anidaba una aldehuela de palomas;
Ángela que ascendiste por la escala
de nieve y de coral:
Ángela que viajaste directamente al cielo
cuando volvías de Jerusalén;
y que tenías el poder de apaciguar la tempestad
con el solo ademán de tus manos:
Ángela, asomada al barandal del cielo:
¡calma las tempestades de nuestro corazón!

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Catalina

Catalina:
Heroína de la contemplación
que sabías mirar el sueño cara a cara;
Catalina, con furia por el diablo asaltada,
como el mar bate el pecho de la playa inocente;
Catalina, amiga personal de Nuestro Señor:
(Jesús la visitaba familiarmente
y venía a cantar el salterio con ella);
Catalina, en la frente diadema purpurina;
Catalina: vaso de lágrimas, vaso de gracia, vaso de sueños,
Santa Catalina:
Protege nuestras almas errantes por los sueños.

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De «Simone»

La Iglesia

Simone, me parece bien. Los ruidos de la noche
son dulces cual un cántico cantado por niños;
la oscura iglesia semeja un viejo «manor»;
las rosas tienen un grave aroma de amor e incienso.

Me parece bien, iremos muy serios, lentamente
nos saludará la gente que regresa de los prados.

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María

Dulzura y amargura de los besos
en las barcas del Nilo;
María de Egipto, túnica del sol
y velo azul que rozan los dedos de la noche,
los dedos de la brisa y el deseo,
viajera pobre, errando de un amor a otro amor
en la noche del Nilo enardecida
como una boca joven cuando besa;
María finalmente arrojada por el huracán
en la isla penitente,
María con los labios quemados
por el azufre del Jordán,
María por las arenas, María bajo las palmas,
María entre los leones;
María alimentada siete años
con un pan milagroso,
Santa María, quema nuestros corazones
en el fuego divino.

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Margarita

Antes carne amorosa, antes dulce comarca
de placer;
y luego polvo bajo las sandalias
de San Francisco;
Margarita salvada de la carne
por el espanto de una carne adorada;
Margarita, con su nombre de cuatro pétalos
al pie de una santa higuera
y por tres años suspirante
en el limbo de la tristeza
y por tres años golpeando
en la puerta de la Santidad;
Margarita en una mortaja de oración y silencio;
Margarita cuya confesión
espantó la penumbra de las catedrales.

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Zita

Ojos dulces bajo la cofia,
pasos quedos y diligentes,
zuecos humilde,
corazón oloroso a pan de trigo
en el alba,
Zita cuyo oratorio era una cocina,
y que tenía por cocineros vestidos de blanco
a los ángeles del cielo;
Zita, amable reina en su reino humeante;
Zita: buen corazón, buen fuego, buena sopa,
albergue tibio y limpio;
Zita de manos rojas florecidas
de menta y de tomillo.

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