Retrato de don Pedro de Alvarado de Claudia Lars

Por la cautiva playa marinera
–centauro casi, casi profecía–
sobre una resonante jerarquía
alzaba su esperanza aventurera.

De sangre era la cruz no de madera;
de hierro la palabra y la osadía;
y en el color de la mirada fría
iba el peligro de su llama entera.

Encima del clamor y de la muerte,
con el seguro paso del más fuerte,
volviendo imponderable su figura.

El mundo roto le encendió las iras
y entre caballos, flechas y mentiras,
se hundió en la almendra de la tierra pura.