La exigente doctrina
abolió toda música,
el aire
con gorriones y límpido
de la tarde,
la luz
de nuestro patio:
sola
quedó la poesía
y su diálogo
en silencio tenaz.
La exigente doctrina
abolió toda música,
el aire
con gorriones y límpido
de la tarde,
la luz
de nuestro patio:
sola
quedó la poesía
y su diálogo
en silencio tenaz.