Aquí no hay
sino ver y desear;
aquí no veo
sino morir con deseo.
Madre, un caballero
que está en este corro
a cada vuelta
hacíame del ojo.
Yo, como era bonica,
teníaselo en poco.
Aquí no hay
sino ver y desear;
aquí no veo
sino morir con deseo.
Madre, un caballero
que está en este corro
a cada vuelta
hacíame del ojo.
Yo, como era bonica,
teníaselo en poco.
Aquel caballero, madre,
como a mí le quiero yo,
y remedio no le dó.
Él me quiere más que a sí,
yo le mato de crüel;
mas en serlo contra él
también lo soy contra mí.
De verle penar así
muy penada vivo yo,
y remedio no le dó.
Dame, Amor, besos sin cuento,
asida de mis cabellos,
y mil y ciento tras ellos
y tras ellos mil y ciento,
y después
de muchos millares, tres;
y porque nadie lo sienta,
desbaratemos la cuenta
y contemos al revés.
Estando conmigo a solas,
Me viene un antojo loco
De burlar con causa un poco
De las trovas españolas
Al presente;
De aquellas principalmente
Muy altas, encarescidas,
Excellentes y polidas,
Que mucho estima la gente;
Y de aquellos estremados
Que por estilo perfeto
Sacan del pecho secreto
Hondos amores penados.
Musas italianas y latinas,
gentes en estas partes tan extraña,
¿cómo habéis venido a nuestra España
tan nuevas y hermosas clavellinas?
O ¿quién os ha traído a ser vecinas
del Tajo, de sus montes y campaña?
O ¿quién es el que os guía y acompaña
de tierras tan ajenas peregrinas?-
-Don Diego de Mendoça y Garcilaso
nos truxeron, Boscán y Luis de Raro
por orden y favor del dios Apolo.
¿Quién no llora lo pasado
viendo cual va lo presente?,
¿Quién es aquel que no siente
lo que ventura ha quitado?
Yo me vi ser bien amado,
mi deseo en alta cima;
contemplar en lo pasado
La memoria me lastima.
Garcilaso y Boscán siendo llegados
al lugar donde están los trovadores
que en esta nuestra lengua y sus primores
fueron en este siglo señalados,
los unos a los otros alterados
se miran, demudadas las colores,
temiéndose que fuesen corredores
o espías o enemigos desmandados;
y juzgando primero por el traje,
pareciéronles ser, como debía,
gentiles españoles caballeros;
y oyéndoles hablar nuevo lenguaje,
mezclado de extranjera poesía,
con ojos los miraban de extranjeros.
Si las penas que dais son verdaderas,
como lo sabe bien el alma mía,
¿por qué no me acaban? y sería
sin ellas el morir muy más de veras;
y si por dicha son tan lisonjeras,
y quieren retoçar con mi alegría,
decid, ¿por qué me matan cada día
de muerte de dolor de mil maneras?
No pueden dormir mis ojos,
no pueden dormir.
Pero, ¿cómo dormirán
cercados en derredor
de soldados de dolor,
que siempre en armas están?
Los combates que les dan,
no los pudieron sufrir,
no pueden dormir.
Alguna vez, de cansados
del angustia y del tormento,
se duermen que no lo siento,
que los hallo transportados;
pero los sueños pesados
no les quieren consentir
que puedan dormir.
Unas coplas muy cansadas,
con muchos pies arrastrando,
a lo toscado imitadas,
entró un amador cantando,
enojosas y pesadas.
Cada pie con dos corcovas,
y de peso doce arrobas,
trovadas al tiempo viejo.
Dios perdone a Castillejo,
que bien habló de esas trovas.
Amor que pende y quebranta,
fuerza que fuerzas derriba
muy entera,
y al mismo temor espanta
y a lo más libre cativa
sin que quiera,
a ti, muy desconoscida,
tan cruelmente cativa
pues que sabe
que la mi persona vida
que en tal dolor siempre vive
no s’acabe.
Amor, yo nunca pensé,
aunque poderoso eras,
que podrías tener maneras
para trastornar la fe,
hasta ahora que lo sé.
Pensaba que conocido
te debía yo tener,
mas no pudiera creer
que era tan mal sabido,
ni tampoco yo pensé,
aunque poderoso eras,
que podrías tener maneras
para trastornar la fe,
hasta ahora que lo sé….